lunes, 15 de abril de 2013

Edicion: Marzo del 2013


Esta es la sexta edición de nuestra revista. Queremos desearles muchos éxitos a los escritores que nos han enviado sus obras y que todos disfruten de estos textos.

Oficina de edición de la revista 7-12-85



Veintisiete
Santiago Martínez S.


Es como una paradoja la que se forma cuando Mariana, paciente numero veintisiete del doctor escobar, en el callejón del faro medio, la observan fijamente…  su sonrisa, como el interior del volcán de la mañana en forma de obelisco, y cuando las rosas rosan ese seno, dulce pan de la mañana, dulce pan, dulces miradas… su propio pan se humedece cada cuadra, le dicen: “mariana”, otras veces le decían: “mariana”; no tenia nada que esconder, ni siquiera en el guarda escobas aparece su cabeza desatada, rechina la puerta, se alza una cinta morada, rosa de nuevo el labio de mariana. Caminando por las calles desoladas visita el hotel de las almas perdidas y cuerpos putrefactos la saludan por los portones.
Mariana, paciente numero veintisiete del doctor escobar, el doctor que me trajo al mundo, espera ansiosamente en su propio saludo.
Yo no soy hijo de mariana
Yo no soy padre de la nada
Yo soy el que encuentro las miradas
Yo soy el que robó tus sandalias.

En la avenida cuarta norte, Mariana se para frente a un poste, los brazos cruzados, mirando por doquier Mariana está, parada ahí esperando por nada mientras las ratas sacan sus cabezas de la alcantarilla y le miran con pupilas misteriosas la cartera de terciopelo rojo.
La paciente numero veintisiete siente dolores al caminar la ultima semana de abril; es lo que le dicen al doctor mientras Mariana se encuentra desesperada frente al portón, acto siguiente Mariana se sienta peculiarmente y… platican.
Yo no soy hijo de mariana
Yo no soy padre de la nada
Yo soy el que encuentro las miradas
Yo soy el dulce pan de tu mañana.

Caricias siente Mariana, caricias que vigilan su espalda; no es cilantro, no es maraña, es la fría espada de un psiquiatra; el pan se remoja en el vino, solo uno contra uno; ya han abandonado el hospital y una oscuridad se funde en la atmósfera… solo hay vida en la sonrisa de Mariana.
Luego de unos quince sórdidos minutos, sale cojeando y con lava en los labios, y así, Mariana, la paciente numero cero del que me trajo al mundo cierra sus grandes ventanas, y finalmente… descansa, fue por esa espada que atravesó el pan de su mañana.
Mientras el doctor es perseguido por los azules… el bello cuerpo de la paciente entra en el trance de las cataratas.
Yo no soy hijo de mariana
Yo no soy padre de la nada
Yo soy el doctor escobar… valga la redundancia.



El Ruiseñor y las Ranas
Daniel Ospina


 Había una vez en un bosque muy antiguo un árbol enorme, en el que vivían muchos pájaros de muchas especies diferentes. Entre todas las especies la mejor voz era la del ruiseñor, su  canto era hermosamente extraño, al igual que una cascada con el caer del agua.
Todos lo alababan por su talento y por las hermosas canciones que había compuesto, pero a pesar de su voz, el ruiseñor no era feliz. Vivía triste de que las demás avecillas del bosque no escucharan sus cantos, así que decidió volar por todo el bosque para que su música se escuchara fuera del gigantesco árbol.
El ruiseñor se levantó temprano al día siguiente, dispuesto a poner el corazón en su vuelo, pero no bien comenzó, sus débiles y pequeñas alas  le causaron una caída fuerte de la cual de milagro salió ileso.
El pájaro cantor estaba devastado, sus canciones jamás serian escuchadas en el resto del bosque y aunque el guacamayo le ofreció su ayuda con el asunto del vuelo, claro con la condición de que le enseñara a cantar, este rechazo la oferta por su torpe hablar de los hombres y su escandaloso vuelo.
Una noche mientras el ruiseñor dormía se escuchó un canto estridente que provenía del suelo. Pero por más que el ruiseñor revoloteo por todas partes, no logro encontrar un solo cantor, lo que le mostro al ruiseñor que el canto de estos artistas venia de muy muy lejos. Había encontrado a su maestro ideal.
Así que te busco a estos cantaste nocturnos, descubriendo así que eran ranas gordas y dormilonas.
Cuando el entrenamiento del ruiseñor termino, propuso un concurso en el árbol inmenso, seguro de que sería declarado ganador, como premio al ganador, ofreció recibiría el trono del árbol.
El ruiseñor comenzó su canción como en cualquier otro día. Pero el estilo rudo y osco de las ranas dejo sin afinación o armonía a su voz, por lo que fue derrotado.
Los demás pajaritos, tan tristes estaban que se resignaron a no cantar, por lo que el cuervo se llevó el premio. Cuando ejerció su derecho real, desterró para siempre al ruiseñor a la antigua casa del cuervo.   


En el Horizonte.
Uriel miranda


Recuerdo que era otoño, uno de esos días en los que me recostaba en el suelo a contemplar el calor del sol con mi rostro.
Recuerdo también que la luna aparecía  que el sol se iba acostando en las nubes de un horizonte.
Recuerdo que las estrellas llegaron al cielo de la noche, donde danzaron horas y segundos. Y yo, contemplando, me dormí en el pecho de la tierra.

Bueno queridos amigos. Les envío unos dos escritos.
Saludos a las personas más queridas de por ahí.


Muerte
Luis Felipe Lengua Mendoza


Que las tormentas nocturnas me muestren el fin del mundo.
Que nadie aparezca a detener mi caída libre hacia el olvido.
Que las estrellas rían, al saber la razón de mi ridículo tormento,
Pues no es más que una triste comedia, la cual está condenada a la indiferencia.
Que nadie conozca  mi paradero ni mi origen,
Pues yo mismo lo he olvidado, entre tantos tormentos, entre tantas agonías.
La luz de mis ojos desaparece, pero sigo viendo.
Mi piel pierde color, pero todavía siento.
Mis oídos se sierran, pero todavía se escuchan aquellos llantos hipócritas.
Mi boca se seca, pero todavía repite tu nombre.
Mi voz te busca, entre las esquinas de mi memoria.










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