Oficina de edición de la revista 7-12-85
La Ley
Uriel Miranda
El muerto es el más
fiel y noble a su ley... No despertar.
Flores
por agua
Luis
Felipe Lengua Mendoza
Eran
las 5 de la mañana cuando Daniel se bañaba para ir a trabajar, sin prisas, sin
glorias, como todos los días a las 5 de la mañana, claro está no faltaban los
incesables gritos de la anciana frígida del 409 de la torre de en frente.
Esta anciana siempre caminaba por su
apartamento haciéndose notar con sus estruendosos estornudos, o con sus pasos
de vieja gorda y fofa, a pesar de ser más delgada que un mondadientes lijado, y
sus irritantes gritos siempre me recordaban las dos cosas más ciertas del
mundo, una es que estamos vivos y la otra es que la vida es el infierno.
Un
día pasando por la cartelera del edificio vi una nota. Esta mencionaba con poco
detalle como esta mañana entre 7 y 8 de la mañana (la única hora en la cual se
puede dormir) como la señora Berenice Caicedo (la frígida del 409) había
sufrido un infarto y se encontraba hospitalizada, después mencionaba algo de
una misa y de como era de carácter urgente asistir, pero siendo justos esa anciana
nunca dejaba dormir, así que ahora que estaba en el hospital había que
aprovechar su ausencia y dormir.
Ya
ha pasado una semana desde la muerte de la señora del 409 y todos duermen tan
tranquilos, menos yo, que ahora estoy en una rancha increíble de mala suerte. Primero
mi cuarto empezó a oler a anciana de cien años, luego mi ropa se empezó a
llenar de polillas, y lo peor, el agua se ha ido sin razón aparente. La mayoría
dicen a mis espaldas que ese es el espíritu de la anciana que se desquita con,
pero para salir de dudas le llevare flores a la tumba en señal de perdón.
Es
una ilusión
Laura
Sofía Soto
"Es
una ilusión que deja un vacío, que cuando el viento pasa por aquél, con su
suave y pequeño roce, lentamente desgarra mi corazón."
PERFECCIÓN
Francisco
Pino
Esa
nube fue y se fue.
¡Qué
limpio ha dejado el aire
La
pureza de ese ser
Que
existió para negarse!
Muerte
Luis
Felipe Lengua Mendoza
Que
las tormentas nocturnas me muestren el fin del mundo.
Que
nadie aparezca a detener mi caída libre hacia el olvido.
Que
las estrellas rían, al saber la razón de mi ridículo tormento,
Pues
no es más que una triste comedia, la cual está condenada a la indiferencia.
Que
nadie conozca mi paradero ni mi origen,
Pues
yo mismo lo he olvidado, entre tantos tormentos, entre tantas agonías.
La
luz de mis ojos desaparece, pero sigo viendo.
Mi
piel pierde color, pero todavía siento.
Mis
oídos se sierran, pero todavía se escuchan aquellos llantos hipócritas.
Mi
boca se seca, pero todavía repite tu nombre.
Mi
voz te busca, entre las esquinas de mi memoria.
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