Esta es la segunda edición de nuestra revista. Queremos desearles muchos éxitos a los escritores que nos han enviado sus obras y que todos disfruten de estos textos.
Oficina de edición de la revista 7-12-85
Medidas desesperadas
Todos los días Toñito salía al balcón a ver al
mendigo que vivía a la vuelta de su casa mientras tiraba piedras y hablaba
solo. Algunas veces sus amigos también iban a verlo al igual que los amigos de
sus amigos y así fue creciendo la popularidad del muchacho. Un día fue solo al
balcón y vio que el mendigo ya no estaba, así que salió a buscarlo y después de
un tiempo lo encontró, descuartizado en una zanja del parque que estaba a dos
cuadras de su casa, al ver el cadáver Toñito saco de su bolsillo aguja e hilo,
coció los pedazos y se llevo el cadáver en hombros hasta la esquina donde solía
permanecer aquel hombre para que todos
siguieran yendo a su casa a verlo. Lo que no pensó fue que después de un tiempo
nadie iría a su casa por el olor a muerto que llegaba a su balcón.
Luis Felipe lengua Mendoza.
Taza de café
Sonrisa e ángel, que me aleja de mis pesadillas más
horrendas.
Cabello largo, del color de la noche.
Voz de sirena, que sirve de faro en el mar de mis
noches de insomnio.
Rostro de princesa, que no conoce el mal de este
pútrido mundo.
Distancia, solo un impedimento superable.
Edad, que nos diferencia.
Soledad, que se apodera de mí al leer esto.
Tristeza, al conocer lo imposible.
Tus ojos, que me vuelven a llenar de fe.
Recuerdo, que no te tengo a mi lado.
Soledad, que vuelves después de ir por una taza de
café.
Luis Felipe Lengua Mendoza.
Caballo de
guerra
El ser humano y la paz se casaron un día, pues se
amaban tanto, como el sol a las flores y todo fue perfecto.
Los dos conversaban sobre todos los temas, jugaban
amorosamente en su casa de campo sencilla pero bella.
Pero un día el ser humano dejo de amar su cabaña,
pues él quería para el un palacio de oro. Por ello abandono a su amada y a su
cabaña para buscar oro en una mina.
El ser humano saco toneladas de oro de la mina y con
cada día que pasaba se sentía más
orgulloso de su trabajo pero también más deseoso de oro y riquezas.
Los días pasaron y el ser humano dejo de trabajar
pues sus brazos y sus piernas no lo obedecían. El ser humano sufría de dolor,
pues la mina era profunda y oscura, pero no tenia fuerzas para ir a la luz. En
su dolor y desespero el ser humano
anhelaba regresar con su amada. Lo deseaba tanto que sus piernas y sus brazos comenzaron a moverse hacia la luz cumpliendo
el deseo del ser humano.
Pero las traicioneras extremidades solo avanzaron
hasta la salida de la mina y no se movieron más.
El humano, estaba desolado.
No había nada que el ser humano pudiera hacer para
regresar. Frente a él apareció el caballo de guerra, una bestia poderosa y
majestuosa que lo observaba con curiosidad.
El llorar en el piso a la luz del sol, había hecho
que el humano descansara y logró ponerse en pie. Tomó la rienda del caballo
dispuesto a montarlo, pero rápidamente se dio cuenta que ya no estaba débil y
podía irse caminando.
Pero el miedo a decaer lo hizo montar el peligroso
animal.
La bestia era salvaje y briosa e hizo que el ser
humano se hiriese contra las plantas y las rocas, hasta dejarlo casi al borde
de la muerte.
El hombre se dio cuenta que moriría sin antes ver a
su amada, saltó entonces del caballo golpeando su cabeza y su pecho contra el
suelo.
Cuando el ser humano se despertó se encontró mirando
un rostro conocido.
La paz le contó después de besarlo y curarlo que
siguió al ser humano todo el tiempo. El ser humano se lamentó amargamente de no
haber caminado a casa lenta y
cuidadosamente. La paz lo hubiera encontrado.
Daniel Ospina
Y ese fue el día
“Y ese fue el día en el que conocí la expresión del
ser, un día que se tornaba cálido como cualquier otro, el mar, azul como el
cielo, chocaba contra las oscuras rocas, creaba la espuma, que con la arena,
formaban un paisaje lleno de esperanza para quienes lo contemplaban, el sol,
brillaba igual que siempre, pero se sentía humillado por un resplandor más
fuerte que él; el de mis ojos, los ojos que eran la puerta a mi alma, y allí se
encontraba, tan hermosa como siempre, ahí estaba, iluminando todo mi ser; se encontraba la
poesía. “
Anónima (Laura Sofía Soto)
Paternidad Responsable
Era tu padre. Estaba igual, mas joven incluso que
antes de su muerte, y te miraba sonriente, parado al otro lado de la calle, con
ese gesto que solía poner cuando eras niño y te iba a recoger a la salida del
colegio cada tarde. Lógicamente, te quedaste perplejo, incapaz de entender que
sucedía, y no reparaste ni en que el disco se ponía rojo de repente ni en que
derrapaba en la curva un auto bus y se iba contra ti incontrolado. Ya en el
suelo, inmóvil y medio atragantado de sangre, volviste de nuevo tus ojos hacia
él y comprendiste. Era, siempre lo había sido, un buen padre, y te alegro ver
que había venido una vez más a recogerte.
Carlos Alfaro