domingo, 6 de octubre de 2013

Edición: Septiembre del 2013

Esta es la onceaba edición de nuestra revista. Queremos desearles muchos éxitos a los escritores que nos han enviado sus obras y que todos disfruten de estos textos.
Oficina de edición de la revista 7-12-85

 La Verdadera Fuerza
Daniel Ospina Borda

Hubo una vez hace mucho tiempo un hombre trabajador que tenía un pequeño terreno para sembrar que había heredado de sus padres cerca de una ciudad muy grande y bonita que estaba rodeada por altísimas murallas de piedra. Que no eran lo suficientemente altas para ocultar un imponente castillo de torres puntiagudas y banderas de hermosos colores.
Como era un hombre tan trabajador en muy pocos años consiguió tener la propiedad más hermosa y fértil de todo el reino. Pero no todo era tan impresionante tras las murallas de este reino, pues ocurrió que una gran sequía había dejado a las personas del reino prácticamente sin que comer .La situación se puso cada vez más sería porque un toro salvaje atacaba a los granjeros que intentaban trabajar la tierra, ya que había desarrollado un gran desprecio hacia los seres humanos.
Desesperado el rey prometió la mano de su hermosa hija en matrimonio a quien tuviera un terreno fértil y ya sembrado. Esta noticia llego a oídos del hombre trabajador quien había sido muy afortunado de que el toro no lo hubiera atacado, pero antes de anunciarse ante el rey como merecedor de la mano de la princesa decidió hacer un plan para sorprender al toro y acabar con él. Por lo que hizo una estatua de piedra muy parecida a él y la dejo frente a su terreno en la noche. A la mañana siguiente el toro vio la estatua y creyendo que era un humano más, corrió lleno de furia hacia esta dispuesto a embestirla. El golpe que el toro le dio a la estatua fue tan fuerte que esta se rompió por la mitad dejando al confundido animal atontado en el suelo, el hombre que había observado todo desde un árbol cercano salto sobre el animal y empezó a luchar con él. El toro aunque había sido debilitado por el golpe lucho con gran tenacidad con el humano.
La pelea duro horas y ninguno de los dos parecía ceder, pero cuando el sol se estaba ocultando el toro habló, “humano suelta mis cuernos por un momento, estoy débil y no puedo seguir luchando como me gustaría” dijo el toro, yo también dijo el hombre.
Pasó el tiempo y el hombre se dio cuenta de que la mitad de su siembra había sido destruida en la pelea por ello le pregunto al toro: ¿Por qué odias tanto a los humanos?, “hace tiempo cuando era más joven mi madre y yo salimos a pasear, en eso estaba cuando vi unas flores grandes y hermosas a lo lejos”. “Emocionado corrí hacia donde estaban y no me detuve a pesar de que mi madre me gritó para que no me alejara de ella”. “Cuando hube disfrutado de las fragancias de las flores y regresé a donde estaba mi mama no la encontré, lo único que encontré fueron las huellas de unos sucios humanos”. “Desde ese momento juré venganza hacia la humanidad”.
El hombre, desconcertado por lo que le contó el toro le pidió perdón en nombre de la humanidad y le dijo: “Tienes motivos de sobra para estar enojado con los seres humanos, pero debes entender que el terreno que destruyes con tu ira, se recupera lentamente, quizás demasiado lento y un día no podrás volver a pastar por aquí nunca más, negándole también a muchos otros animales su derecho a vivir aquí tal como lo hicieron los humanos que se llevaron a tu mama”
El toro se sintió profundamente avergonzado por lo que el hombre dijo, con lágrimas en sus grandes ojos le dijo al hombre: “Hay algo que pueda hacer para corregir mi error”. Sí que lo hay dijo el hombre, puedes ayudarme a arar la tierra con tu gran fuerza y así poder sembrar.
El toro se sintió por primera vez en muchos años, verdaderamente feliz y libre, pues de buena gana aceptó el aparato que el hombre había hecho para que pudiera ayudarlo, el cual el hombre llamaba arado. Trabajaron duramente hasta que el sol se ocultó y a la mañana siguiente el hombre entró triunfante a la ciudad sobre el lomo del toro, he invito al rey a ver su terreno. El rey se puso tan contento de que el toro ya estaba domesticado que le dio a aquel hombre la mano de su hija sin siquiera pisar el terreno prometido.
El hombre y la princesa se casaron y hasta donde se sabe vivieron muy felices, siendo visitados por el toro trabajador que se sentía cada vez más libre a medida que los campos se reverdecían con hermosura.

A Mail in the Life
Fernando Iwasaki  


Desde hace unos meses le mando correos electrónicos a mi mujer haciéndole creer que soy otro. Al principio se los tomó a broma, pero poco a poco empezó a entregarse, a fantasear con mis mensajes, a compartir con mi otro yo sus deseos más inconfesables. Le he puesto trampas para saber si sospecha algo y no es así. Ha caído redonda.
No puedo negar que parece más feliz y hasta me hice de rogar cuando me pidió que la sodomizara, tal como se lo había recomendado bajo mi personalidad secreta. Pero hasta aquí hemos llegado porque he decidido escarmentarla.
Voy a suicidarme para que nos pierda a los dos.

Selva en la bruma
Luis Felipe Lengua Mendoza

Siendo mi miedo el motor de mi búsqueda, he de tener como destino inmediato a la incertidumbre, al miedo, a la desesperación del perder, a lo que yo mismo renuncie por mi gran ignorancia a mi corazón y mi abuso de la fría he inútil razón.
He de entregar mi esperanza, a las verdes playas de la gran serpiente de agua dulce, sin ninguna garantía, sin ninguna condición, obligado a la vigilia nocturna, a bordo de este pequeño bote, en compañía de otra alma en pena, nos hacemos bromas, chistes comentarios, intentando no ceder a la soledad que deja varios años de búsqueda infructuosa.
Recuerdo tu sombra, tu cuerpo, tu sonrisa y la forma tan incomprensible en la que me mirabas, y cada una de esos recuerdos me tortura, en venganza por mi fatal error, si con el sufrimiento se expiaran culpas ya habría de ganar tres cielos, pero en lugar de eso vivo un constante infierno que solo acabara con tu regreso, para perdernos para siempre en mi ya no tan triste purgatorio, verde y frondoso.

viernes, 30 de agosto de 2013

Edición: Agosto del 2013

Esta es la décima edición de nuestra revista. Queremos desearles muchos éxitos a los escritores que nos han enviado sus obras y que todos disfruten de estos textos.
Oficina de edición de la revista 7-12-85.



Castigo
Tradición oral sufí


—Si mañana hace buen día, iré al mercado a comprar un asno —dijo Nasrudín a su mujer.
—Olvidaste añadir: “Si Alá lo quiere” —señaló su esposa.
Pero Nasrudín, exasperado por una racha de desgracias, dijo malhumorado:
—Nunca Alá parece querer nada. Estoy cansado de decir esas palabras cuando no tienen ninguna utilidad.
El día siguiente era soleado y el mulá se fue a la subasta de asnos, donde compró uno por un precio muy razonable. Montado en su nuevo asno, emprendió el regreso a casa.
— ¿Quién necesita los buenos deseos de Dios? —se dijo feliz a sí mismo—. He encontrado una verdadera ganga, sin su aprobación.
Justo entonces, una culebra se deslizó por el camino. El asustado asno corcoveó y Nasrudín voló por el aire, aterrizando en un matorral de espino. Cuando luchaba por liberarse del matorral, las raíces del arbusto se desprendieron y rodó con el mulá cuesta abajo, hasta el pie de la ladera. Nasrudín se las arregló como pudo para liberarse de las espinas. Magullado, sangrando, con las ropas desgarradas y hechas jirones, se fue cojeando hasta su casa. Estaba tan lejos de la aldea que llegó cuando la noche había caído.
Llamó, haciendo acopio de sus últimas fuerzas.
— ¿Quién es? —preguntó su esposa desde dentro.

—Abre, mujer —replicó Nasrudín a punto de desfallecer—. Soy yo, si Alá lo quiere.


Ciudad Toxica
Luis Felipe Lengua Mendoza

Observan con cautela desde el los balcones de sus aparta estudios, pacientes por la oportunidad de una existencia en otra miserable realidad, repleta de papeles llenos de números sin sentido alguno.
Sin advertencia se cuela el bullicio de los navíos que transitan en ríos de oscura brea, donde la vida de sus habitantes fue extinta y las pobres sirenas son usadas de clac son.
Los grandes y mutantes obeliscos cumplen el papel de morada para ratas de particular tamaño y escases de pelaje, de costumbres ridículas, de movimientos toscos, de frenesí compulsivo, de absurdos injustificados.
El blanco de las casas se oscurece a medida que el sol se oculta y surge, sin aviso, el último destello de luz blanca que queda en los rincones del gigante negro.
Las estatuas lloran al ver los jeroglíficos tan horribles que poseen ahora, la incertidumbre por sus vidas no las angustia, pues el asido y el humo del aire no los deja pensar, solo se comunican con lágrimas invisibles.


La Gran fiesta
Daniel Ospina Borda

Hubo una vez hace mucho tiempo un rey que vivía en un hermoso castillo. El castillo estaba rodeado por un pueblo de casas muy elegantes las cuales eran habitadas por gente muy respetable y honrada, pero muy cerca de allí vivía gente muy pobre que muchas veces no podía comer. Esta clase de personas eran de las pocas que no aceptaban el apoyo del rey pues decían: “no necesito la ayuda del rey, yo puedo lograr lo que quiera solo”.
Los días pasaban tranquilamente con la mima rutina de siempre y un buen día el rey decidió dar una gran fiesta para conocer a todo su pueblo y celebrar los buenos tiempos, por lo que obviamente hasta el mendigo más miserable fue invitado.
Los mendigos del pueblo y algunos ciudadanos de alta sociedad decidieron no ir. Unos por vergüenza de estar sucios y malolientes y los otros simplemente porque creían tener cosas más importantes que hacer.
La fiesta comenzó y ninguno de los mendigos apareció, los guardias iban a cerrar la puerta, cuando a lo lejos vieron la figura de un hombre que se acercaba al castillo con suma lentitud. Lo que sucedió fue que aquel mendigo no había conseguido nada para comer, pero al escuchar de la fiesta decidió asistir para conseguir al menos un pedacito de pan para comer. Pero a medida que se acercaba el miedo crecía sobre el trayéndole preguntas como: “y si el rey me ve así como estoy de sucio de seguro me expulsará, o me cortara la cabeza”, “y si los otros mendigos se enteran de que yo fui al castillo del rey de seguro ya no querrán estar conmigo”, y si….Pero en ese momento se encontró ante las puertas del castillo y los guardias pusieron la punta de su lanza sobre el pecho del mendigo diciendo: En este castillo solo pueden entrar los que estén limpios y bien presentados. Regrese por donde vino tendremos que usar la fuerza.
El mendigo sonrió le dio la espalda a los guardias y empezó a devolverse a su casa. E l mendigo se dijo a si mismo mientras se alejaba del castillo: “Bueno no comiste nada pero al menos, tus vecinos no te molestarán por haber entrado a la casa del rey “en esto pensaba el mendigo cuando se dio cuenta que alguien estaba detrás de él, el mendigo se volteó y encontró que el que estaba detrás de él no era otro que el rey en persona.
EL mendigo se inclinó ante el rey no siendo capaz de mirarlo a los ojos, el rey le hablo en tono de reproche diciendo:” Como te atreves a abandonar la fiesta que hice para ti”. “Pero señor esta es una para gente respetable y bien arreglada y yo estoy tan sucio” dijo el mendigo. “No querido, esta es una fiesta para todos los que quieran entrar en mi castillo, pero para que puedas entrar debes estar limpio “dijo el rey. “Eso es señor soy demasiado pobre, y estoy tan sucio que no creo que nada quite la suciedad en mí” dijo el mendigo. “Bueno debes dejar que te limpie entonces” dijo el rey.
In mediatamente el rey llevó al mendigo a un lago y le entregó unos jabones muy finos y hermosas esponjas para que este se bañara. Cuando el mendigo estuvo limpio parecía tener el rostro de un príncipe y quedo todavía más parecido a uno, cuando el rey le entregó ropas finas para vestir. El mendigo acompañó al rey al castillo y disfruto de la mejor fiesta que hubiera imaginado.
La fiesta terminó y todos los invitados tuvieron que regresar a sus casas, pero cuando el mendigo quiso hacer lo mismo el rey lo mando a llamar y le dijo: “Ahora que estas limpio no puedes seguir viviendo donde vivías”, “tu perteneces aquí por eso te dejaré elegir la casa que quieras no importa que grande o chica sea tu mereces tener lo que quieres por ser un habitante de mi reino”.


Pequeña Experiencia
Santiago Martínez S.

Se me ha posado una de tantas, una de esas adornadas con alas de seda, en la palma de mi mano mientras leía a García Lorca; yo decidí observarla y no actuar de la manera mas común: reaccionando y botándola. Es allí cuando me di cuenta y le pregunto:
-¿Porque trazas con tus piernas el contorno de mis dedos, de meñique a índice, de índice a meñique, porque no trazas en mi pulgar?
¡Claro! el pulgar no es un dedo… o por lo menos no el mío. Son rebeldes contradictorias, por que trabajan; ¿todas van en fila india? No es cierto, había una acompañándome en mi lectura; no estoy seguro si ella puede leer, no estoy seguro si tiene ojos, pero si estaba seguro de que disfrutaba de su compañía, fue como aislarme del mundo, solo ella y yo …solos.
Ella estaba acariciándome dulcemente la mano, yo le daba giros y giros pero ella insistía en quedarse en la superficie de tal forma que la pudiera ver, mas yo no la sentía en toda la mano, había secciones en las que me hacia reír, pero no de algo que ella me dijera; no estoy seguro de su sentido del humor, pero si estoy seguro de que en verdad disfrutaba de su compañía. Aislados, solo yo y yo. Solos.

martes, 30 de julio de 2013

Edición: Julio del 2013

Esta es la novena edición de nuestra revista. Queremos desearles muchos éxitos a los escritores que nos han enviado sus obras y que todos disfruten de estos textos.

Oficina de edición de la revista 7-12-85


 De repente
Uriel Miranda

Y es así como él empezó a metamorfosearse. Venia tarde, se iba temprano y el celular lo apagaba apenas se bajaba del auto. Se sentía un poco perseguido. Cuando ella le preguntaba cómo le había ido en el día, él titubeaba hasta emitir unas simples palabras: Bien, bastante bien.
Pero ella lo amaba, si le preparaba la cena más rica en proteínas y calorías. Tenían relaciones sexuales, pero ya no tanto como antes, si ella le insistía. Pero ella no demostraba que estaba sospechando que él estuviese saliendo con otra.
Hasta que un día él llego con un ramo de flores y una caja de bombones, y ella no estaba.
Desde entonces él se llama infidelidad y ella... y ella se llama soledad.


La caja de plata
Daniel Ospina
                                
Hubo una vez en un reino muy, muy lejano un rey que  tenía tres hijos, gobernaba sabiamente sobre su reino y por esto era amado por sus súbditos.
Pero habitaba cerca de ese reino, un malvado brujo que atormentaba a aquellos que se acercaban demasiado a su castillo. Cada día llegaban quejas sobre cómo la gente desaparecía cerca de esos lugares. La cantidad de gente raptada por el brujo llegó a ser tal que el rey en persona acompañado de sus más valientes soldados, decidió ir a enfrentar al brujo dejando a cargo del reino a su hijo mayor. EL ejército del rey abandonó la ciudad real, casi como si fueran el sol en su recorrido por la tierra pues sus brillantes armaduras centelleaban al ser tocadas con la luz del sol. Pero no bien llegaron al territorio sombrío del brujo, toda luz se extinguió.
Pasaron los días y ni el rey ni sus tropas volvían. El hijo mayor del rey decidió ir en busca de su padre, dejando a cargo a su hermano, el mediano de los tres. Avanzó pues el mayor un buen rato completamente solo pues consideró prudente  dejar a todos  los soldados posibles en la ciudad, ya que su padre el rey se había llevado la mayoría. No pasó mucho tiempo antes de que el joven príncipe se encontrara a las puertas del terrible castillo del brujo.
La madera de la puerta era de un color marrón desgastado  y tenía un olor bastante parecido al olor del cabello quemado. Además de ella emanaba un aire frío que hizo erizar al príncipe. El príncipe sacando toda la valentía que tenía en el corazón desenvainó su espada y de una patada abrió las puertas de par en par.
Para sorpresa del príncipe, en el interior del castillo solo había muchos a árboles no más grandes que el príncipe, que rodeaban una pequeña caja de plata que tenía tres cerraduras. “Hola” grito el príncipe y una dulce voz respondió “hola, dime tu nombre y dime si aceptas las pruebas que se requieren para liberar, a aquellos que capturó el gran mago Mizlag”. El príncipe buscó por todas partes el origen de la voz pero no lo halló hasta que la voz hablo de nuevo diciendo: “Hace mucho que no veía a un príncipe por aquí”. EL príncipe se sorprendió mucho al darse cuenta, que la voz había salido de la pequeña caja de plata. Pero recordando rápidamente las palabras de la caja dijo: Soy Asthenot hijo del rey Ordhot y sí acepto los desafíos; Desde el interior de la caja la voz habló otra vez. “Te prevengo pues ya muchos lo intentaron y ni uno solo ha logrado pasar las pruebas”. A esto el príncipe Asthenot respondió: Jamás he sido vencido en combate por tanto no hay desafío que no pueda superar. Una vez que el príncipe dijo esto una luz acompañada de un viento huracanado salió de la caja llenando  el castillo. La fuerza del viento era tal que arrojó al fuerte príncipe al suelo, una vez que el viento hubo cesado la voz hablo por tercera vez diciendo: “Hay tres pruebas ocultas en el bosque que tienes al frente. El primero lo tienes ante tus ojos. Los árboles te irán abriendo camino a medida que complete los desafíos. La primer prueba consiste en lograr que una flor se mantenga erguida utilizando como ayuda una varita de madera, pero esta flor aunque puede llegar a ser hermosa, es muy rebelde y no aceptará la ayuda que le brindes”. El príncipe una vez se hubo sentado comenzó a intentar amarrar la varita de madera a la flor, pero esta solo lloraba y la lanzaba lejos, por lo que el príncipe debía traerla de regreso para intentar reanudar su trabajo. Lastimosamente el príncipe que era algo irascible al tercer intento de tratar de erguir la flor, lanzó un grito de ira y arranco la flor de cuajo. Cuando el príncipe levanto su mano para arrojar la flor al suelo, se transformó en otro frondoso árbol más de los que rodeaban la caja.
 Tiempo después, el príncipe Erehdot quien era el mediano de los tres hermanos, llegó también al castillo con tan buena suerte que al cuarto intento de erguir la flor, esta acepto la ayuda de la varita de madera, y una vez sucedió esto la flor se hizo la más hermosa que el príncipe Erehdot hubiera visto jamás pues irradiaba una luz violeta del centro de la flor. El príncipe estaba tan fascinado con la flor que no se dio cuenta de que tenía una bella  llave de bronce en la mano, la cual instintivamente metió en su bolsillo. En ese instante vio que los árboles se habían movido lo suficiente para mostrar una mesa de plata, sobre la cual descansaba un recipiente con un líquido verde en su interior. La voz hablo indicándole que debía beber del líquido verde que había en la botella sobre la mesa que acababa de aparecer frente al príncipe. No dejando terminar la explicación de la voz el príncipe agarró el frasco y vertió el contenido dentro de su boca. Como este le causó un ardor muy doloroso, el príncipe escupió el líquido y en el momento en el que el líquido toco el suelo, el príncipe se transformó en un árbol al igual que su hermano.
El menor de los príncipes Irihmot muy dolido por la desaparición de sus hermanos viajó al castillo un poco asustado, pero decidido, tanto que completó la primera prueba al igual que su hermano Erehdot, consiguiendo así la llave de bronce. Asthenot era el fuerte de los tres hermanos, Erehdot el más inteligente pero, Irihmot el más amado, de los hijos del rey; era el más perseverante de los tres. La voz explicó nuevamente la prueba diciéndole a Irihmot la parte restante de la explicación la cual era: “No importa cuánto duela, no debes escupir ese líquido. Te hará recuperar las fuerzas que perdiste con la flor. Irihmot vertió también y sin miedo el contenido del frasco en su boca sintiendo como un dolor quemante la llenaba por completo. Tan grande fue su dolor que casi escupió también ese líquido. Soportó,  soportó y soporto el dolor, cuando estaba a punto de escupir el líquido definitivamente, este se hizo dulce y llenó de energía todo el cuerpo del príncipe.
El príncipe se dio cuenta de que mágicamente tenía dos llaves una de bronce de la prueba de la flor y otra de plata que consiguió al tragarse aquel líquido. Pero también se dio cuenta de que tenía mucha hambre. En esto pensaba el príncipe cuando un aroma dulce llegó a su nariz, corrió locamente detrás del olor y este lo condujo a un pastel servido sobre una mesa de oro cerca a la puerta principal, que tenía una pequeña nota que decía: “por tres días come solo las hojas de los árboles y por tres noche no comas nada, en la mañana sabrás que hacer”.
El príncipe obedeció los primeros días con sus noches, pero al llegar la noche del último día el príncipe sentía como el fragante pastel lo llamaba. Pero el príncipe hizo tan grandes esfuerzos, que se mantuvo alejado del pastel hasta que llegó la mañana del cuarto día. Cuando Irihmot se dio cuenta que el paste había desaparecido y en su lugar estaba una llave de oro, el agotado y hambriento príncipe tomo la última llave terminando así las pruebas. Tomando cada una de las llaves con gran entusiasmo las introdujo en sus respectivas cerraduras y abrió la caja de plata.
Cuando la caja se abrió todos los árboles que se encontraban alrededor de Irihmot se transformaron en hombres y mujeres que antes habían sido habitantes del castillo o gente que había tratado de romper el hechizo. Estos aplaudían el triunfo de Irihmot entre ellos su padre y sus hermanos. Irihmot muy contento los abrazó y besó lo más que pudo y tan atento estaba a lo que sus hermanos y su padre tenían para contarle que no noto la presencia de una hermosa princesa que estaba parada a su lado. Ella le dijo. “Mi padre el rey de estas tierras, enfrentó al malvado brujo hace tiempo, pereciendo en el intento, pero dejando al brujo herido de gravedad. La herida le molestó durante los años que reino sobre el país ocultándolo del mundo exterior para que  nadie le quitara la corona. Que finalmente  lo mató. Aunque el brujo estaba muerto, el hechizo solo podía romperlo aquel que pasara las pruebas”.

La hermosura de la princesa era tal que Irihmot le pidió que se casara con él, ella acepto, y vivieron muy felices hasta el fin de sus días conservando una relación muy buena con el rey del país vecino Ordhot el padre de Irihmot. Aún hoy se conserva la caja de plata en el museo del país, como testimonio imborrable de que Irihmot era el rey más sabio que hubo alguna vez.


Primer día de escuela
   Carlos A. Duarte

Cuando cumplí cinco ciclos mi precursor, V435, me llevó a la Curia de Instrucción. Algo desconcertado, me deslicé en el recinto iniciático. Un nanociclo después, una luz apocada iluminó la esfera y dejé de ser un observador externo para fundirme con la escena.
Primero fue la génesis de un sistema solar. Luego recreé, a través de seis cámaras, el surgimiento de estructuras carbonadas y su evolución en organismos unicelulares, que a su vez mutaron y se diversificaron en seres multicelulares. Recorrí en microciclos la epopeya de millones de años.
En la séptima cámara fui Cromagnon, domé el fuego, el palo y la piedra. Comí carne. Mi cerebro floreció. Las señas dieron paso a los sonidos articulados. Trascendí las fronteras biológicas. Fui Nabuconodosor, Buda, Heródoto, Calígula, Lady Godiva, Colón, Newton, Jack el Destripador, Gandhi; volé en el Enola Gay, fui Lennon, Reagan, Carl Sagan; Armando Fallas y Mulah el Hadid. Me sentí cada vez más poderoso y más frágil.
Todo colapsaba. Catástrofes y guerras; degradación. Pedimos ayuda y las IA crearon IA-Tierra8. Simbionte de todas las IA del planeta, procesó el Conocimiento y concluyó que el homo sapiens no tenía sino una salida: Trascender en una especie que conjugara la individualidad con la conciencia arraigada de ser fruto y parte indisoluble del multiverso: homovirtualis.
Terminada la sesión reorganicé mis quarks y mis leptones hasta adquirir una apariencia feliz y me escurrí fuera de la Curia. Emocionado me cuasidimensioné con V435.



Soledad
Luis Felipe Lengua Mendoza

La noche es más larga que hace un mes, tal vez por las heladas, tal vez por la música, nada tienen ya las calles que envidiarle a los blancos Alpes o las frías cordilleras solo su fama, o tal vez su tamaño, no lo sé nunca lo he pensado, ni creí pensar en esto, en la casa envuelta en rojo, en las botellas de vino en el piso, sangrando sin medida, manchando el piso que tanto limpiabas, con el mismo empeño con el que me querías, deplorable.
Los vecinos ya no saben qué hacer, ya ni la escoba se escucha en nuestro piso, deben estar asustados de ya no escuchar alguna pequeña trifulca, algunos pequeños gritos, la vos de ozzy o el batir de los resortes de la cama, ya ni eso se escucha, la vida pierde sentido sin tus quejas, sin tus reclamos, sin tu constante hipocresía, sin tu vida se acaba la mia. 

martes, 2 de julio de 2013

Edicion Junio del 2013

Esta es la octava edición de nuestra revista. Queremos desearles muchos éxitos a los escritores que nos han enviado sus obras y que todos disfruten de estos textos.

Oficina de edición de la revista 7-12-85

El monstruo
Daniel Ospina

Contemplaba la idea de perder a la mujer de su vida, y esa idea no le agradaba para nada, por lo que estaba decidido a plasmar las mejores ideas en la hoja la cual contemplaba con impaciencia. La inspiración llego como el primer rayo de una tempestad, y quizás con la misma fuerza.
El autor en un éxtasis de felicidad, levanto la espada de madera y grafito con la que cortaba la crueldad de los espacios vírgenes y malvados de las hojas en blanco, pero se detuvo a unos casi perfectos diez centímetros de la hoja.
Este autor se dio cuenta que desde que la mujer había llegado a su vida, los espacios en blanco de la mayoría de sus hojas, descansaban plácidamente sobre la mesa de noche de su amada, llenas hasta el pie de página de palabras, de afectos y poemas mal hechos, de dibujos estúpidos y de canciones a medio terminar.
El autor se aterrorizo con el monstruo devorador de creatividad y mente, con el paracito que había infectado por completo su mente, este ser que compraba al precio más bajo sus besos. Infinidad de palabras que debieron haber sido bellos textos.
El artista arrepentido, arremetió furiosamente contra la hoja de papel, dejando en ella las únicas tres palabras que habían sido solo de él y jamás de ella; tres ideas, tres ratas con peste negra camino a la inocente he engreída Europa.
Allí yacía una declaración de independencia que solo contaba con una firma, una idea en tres contenedores frágiles, una última oración al ídolo amado, un simple “te vi perra”.


LA MUERTE DEL DUENDE
Luis Felipe Lengua Mendoza

Todos le gritábamos –hijueputa duende,  quítate  antes  de  que  te  atropellen – mientras le tirábamos latas de cerveza en la cara  pero  él  no  reaccionaba,  seguía  allí  parado  con  su  termo  lleno  de  una  bebida  alcohólica  rara  que sólo él podía tomar y su pañuelo que usaba para guiar a los conductores,  que lo único que hacían era gritarle –quítate estúpido  –pero él seguía allí  ensimismado en su oficio no pagado y mal agradecido  por  todos. Un  día,  todos  estábamos  sentados esperando  a  que  llegara  el duende  pero  no  llego,  así  que  fuimos  a  buscarlo  pero  cuando  lo  encontramos estaba tirado en la calle,  muerto  al  parecer de un infarto,  pero,  eso  no  fue  lo  que  nos  preocupó, fue  en  donde  íbamos  a encontrar  un ataúd  tan  pequeño.


Ojala
Luis Felipe Lengua Mendoza

Ojala pudiera retroceder el tiempo, así te podría haber evitado tanto sufrimiento.
Ojala yo supiera todo sobre medicina y así poderte evitar todas tus enfermedades.
Ojala tuviera toda la fuerza del mundo, así nadie te podría hacer ningún tipo de daño.
Ojala te pudiera salvar de todo y de todos pero solo te puedo prometer que siempre
Estaré a tu lado cuidándote como tu ángel guardián tato en las buenas como en las malas
Hasta el día de mi muerte y después de ella seguiré haciéndolo pues te quiero
Solo por el simple hecho evitarme sufrimientos, enfermedades, daños
Por a verme defendido de todo y de todos.
En resumen te quiero por existir.


ROSAS ROJAS
Gonzalo Salesky

En la puerta del hospital de urgencias, donde estacionan las ambulancias, había una pelea entre dos hombres. Me llamó la atención porque solamente uno de los dos golpeaba al otro, que no caía al piso a pesar de los tremendos puñetazos que le aplicaban en el rostro.
Habían comenzado dentro de un taxi y bajado de él a los tumbos. Quien recibía los golpes ni siquiera sacaba las manos de sus bolsillos, como si en ellos estuviera protegiendo algo valioso. No ofrecía ningún tipo de resistencia, sólo buscaba evitar los impactos. Pero no lograba hacerlo del todo, y el que golpeaba de manera feroz –que por su ropa parecía ser el taxista– le asestó varias trompadas más hasta que el agredido, al fin, se decidió a correr.
Me pareció extraño que no hubiera intentado defenderse o al menos, alejarse cuanto antes.
Perdí de vista a los dos hombres y seguí caminando. Entré al hospital por una de las puertas laterales. Venía bastante apurado, como siempre. Iba a visitar a un pariente internado y sólo llevaba un ramo de rosas rojas en mi mano derecha.
Unos segundos después, sentí que me empujaban desde atrás. Trastabillé y casi caigo al suelo. En una de las galerías, cerca de la terapia intensiva, el mismo hombre que había recibido los golpes me tomó del brazo y con un arma pequeña apuntó a mi pecho.
Haciendo ademanes, me obligó a acompañarlo. No dudé un segundo. Estaba muy lastimado y de su ojo izquierdo parecía caer sangre. Su camisa blanca, llena de pequeñas manchas de color oscuro. Y sus dientes...
Corrimos un largo trecho. La gente se horrorizaba al ver su cara destrozada y el revólver que llevaba en su mano derecha. Parecía algo grotesco, un hombre desequilibrado corriendo al lado de otro que seguía sosteniendo, como si fuera un trofeo, un ramo de flores. No entiendo por qué en ese momento no pude soltarlo.
Entramos a un pequeño ascensor. Allí bajó su arma y me miró a los ojos por primera vez. Sacó de su bolsillo una pequeña caja de color blanco, cerrada con cinta adhesiva, y me la entregó sin decir nada.
Al detenernos en el segundo piso, volvió a tomarme del brazo y así corrimos hasta el borde de un balcón que se encontraba unos pasos delante de nosotros.
Abajo, la gente había empezado a congregarse. Extrañamente, a pesar de todo, yo me encontraba tranquilo y seguro de que no iba a lastimarme. Algo en su mirada lo decía. Pero aún no llegaba a entender por qué me había dado la caja.
– No la abras todavía. Sólo después que me vaya. No cometas los mismos errores que yo.
Habló como si estuviera leyendo mi mente.
No tuve tiempo de preguntarle nada. Acercó la punta del revólver a su garganta, debajo de la nuez de Adán, y disparó.
Se desplomó sobre mí. Y la sangre... ¡por Dios! Tanta sangre a borbotones sobre mi ropa, mis zapatos y el ramo de flores.
Me lo saqué de encima. Sentía vergüenza de pensar más en el asco que me producía ensuciarme que en la locura y el drama de ese pobre hombre.
En pocos minutos llegó la policía. Tarde, como en las películas. Sólo atiné a quedarme sentado, apoyado contra la pequeña pared que nos rodeaba.
Guardé la caja en el bolsillo. Tuve la tentación de dejarla tirada o de esconderla en el pantalón del suicida, pero preferí respetar su último deseo. Cuando todos se fueran, la abriría.
Ya en mi departamento, cerca de las cinco, aún no había podido almorzar. Seguía asqueado por la horrible sensación de la sangre caliente sobre mi cuerpo. Volvía a verla, manando con violencia, mojando mis manos y mis pies.
Me senté en el living. Acababa de llamar la policía para pedir algunos datos y ver si podía aportar algo más. De paso, me avisaron que el psicópata no había muerto todavía. Estaba muy grave, internado en el mismo hospital de esta mañana. Era prácticamente imposible que sanara o despertara, según el comisario a cargo de la investigación.
Sin embargo, algo me impulsó a ir a verlo. Para saber más de él o de su vida. Además, me tentaba la idea de dejar la cajita blanca de bordes plateados entre sus pertenencias.
Pero no iba a poder hacerlo.
Unos minutos más tarde estaba camino del hospital, por segunda vez en pocas horas.
Llegué a la sala de terapia intensiva pero dos oficiales me impidieron el paso. Estaban parados al lado de la puerta, uno de cada lado.
Me preguntaron si tenía relación con él, si era familiar o pariente. No quise decirles mi nombre, sólo contesté que lo había conocido hace poco tiempo. El más joven me dio el pésame por anticipado y me informó que podía quedarme por allí, para esperar el obvio desenlace.
Les agradecí. Di media vuelta y busqué la salida. Había sido un día bastante largo.
Después de subir a un taxi para volver a casa, tomé la caja y me decidí a abrirla. De una vez por todas.
Nunca hubiera podido imaginarme lo que contenía.
Tenía que entregársela a alguien. Pero no a cualquiera. Alguien que fuera capaz de llevar a cabo lo que la caja pedía.
Vi por el espejo retrovisor que el taxista había observado lo mismo que yo. Y supe que comenzó a desearla, con todas sus fuerzas.
Estacionó a los pocos metros, cerca del sector de entrada y salida de ambulancias, y giró hacia mí. Me exigió la caja y no quise dársela. Por eso mismo comenzó a golpearme. En el rostro, en los oídos, en el estómago… pero no la solté. La guardé en mi bolsillo, a salvo de todo.
Tratando de esquivar sus trompadas, bajé del auto. Sin saber hacia dónde iba, empecé a buscar al próximo destinatario.
Advertí que desde lejos nos estaban mirando. Era un hombre calvo, como yo, que parecía llevar algo pesado en sus manos.
Lo seguí. Enceguecido por el impulso de compartir con alguien especial el contenido de la caja, fui hacia la galería donde se encontraba. Aún sin saber cómo iba a convencerlo de que aceptara.
Se me ocurrió quitarle el arma a un guardia del hospital. Lo hice y corrí con todas mis fuerzas por uno de los pasillos. Mi corazón latía cada vez más rápido. La sangre ensuciaba mi camisa. Tenía el ojo izquierdo semicerrado y mis dientes…
Encontré al calvo y lo tomé del brazo. Con la pistola apunté a su pecho y lo obligué a correr junto a mí, para alejarnos de todo.
Nos refugiamos en un ascensor. Cuando bajamos en el segundo piso, casi sin aliento, le di la caja y le indiqué:
– No la abras todavía. Sólo después que me vaya. No cometas los mismos errores que yo.
No tuvo tiempo de preguntarme nada. Allí mismo, cerca del balcón, acerqué la punta del pequeño revólver a mi garganta y disparé.
Caí sobre él. Y mi sangre... por Dios, tanta sangre a borbotones sobre su ropa, sus zapatos y el ramo de rosas rojas que él seguía sosteniendo entre sus manos, como si fuera un maldito trofeo.


martes, 30 de abril de 2013

Edicion: Abril del 2013


Esta es la séptima edición de nuestra revista. Queremos desearles muchos éxitos a los escritores que nos han enviado sus obras y que todos disfruten de estos textos.

Oficina de edición de la revista 7-12-85



AlBo.
Uriel Miranda


Querida.
Querida de palabras, es raro escribirte con mi mano, porque acostumbre por tiempos a escribirte con los dedos por separado.
Querida de sentimientos, sabiendo que hasta hace unos meses lejos, en el pasado te vi, te escribo con mi puño.
Es raro quererte, simplemente, porque no suelo verte a los ojos, al alma, a vos.
Podría escribir toda la luna, por lo blanca que es la suelo semejar con un papel redondo. Todo lo que siento por vos estaría ahí... Adiós querida de palabras, adiós querida.



Nocturno en Sol #
Santiago Martínez S.


La luna, libre posada de los búhos; sostiene con su mano a su amante, y con la otra sostiene aromas brillantes.
Al final de la fila se encuentra el gran creador, ley de esas melodias que nos estremecen,nos alegran...nos recuerdan¡¡
nos recuerdan su forma, sinuoso caracol como el contorno de una mujer que me susurra canticos bizarros a la media noche.

Me elevo por las blancas cortinas de leche desnatada...hasta los mas profundo del océano intergalactico, mientras doy tonadas azules en mi piano, bajo mi unicornio marino; y empezando con el primer acorde del nocturno... Ya no puedo detenerme¡¡¡; es que...el me sostiene cuando estoy adormecido, en sol sostenido, sostiene a la luna.

La luna libre, posada de los amantes, sostiene con su mano a palomas delirantes.



Sorpresas
Luis Felipe Lengua Mendoza


El viejo Acadio bajaba del tren, feliz, pues se iba a reunir con su esposa a la que no veía desde hace algunos meses, devido a asuntos del trabajo. Mientras bajaba del tren vio un gran grupo de gente reuniéndose frente al tren, así que fue a ver qué ocurría. Al llegar al centro del tumulto solo pudo ver un cadáver cubierto por una bolsa negra. Pregunto qué había ocurrido y un policía vestido de negro que estaba a su lado le contestó:
—Fue un suicidio, al parecer su esposa lo engañaba.
En ese momento, recordó la cita que tenía en su casa con su mujer, así que se apresuró a irse de ese sitio mientras pensaba: “ese hombre fue un idiota al haber hecho eso”. Cuando llego a su casa, vio en su reloj de mano que había llegado media hora antes de lo acordado, así que decidió entrar en absoluto silencio, sin que nadie lo oyera, para dar una sorpresa. Cuando entró a su cuarto, su esposa dormía con otro hombre.
Después de unos cuantos tragos en un bar, vio las vías ferroviarias; sin nada que perder, se arrojó a ellas, esperando un tren que vio a lo lejos, donde iba un viejo apurado, pues se iba a reunir con su esposa a la que no veía desde hace algunos meses, debido a asuntos del trabajo.



Guijarros
Aram Nava


- Un peon puede ser rey, y no interesa. Dicen que el mundo es algo mas que cuadros blanco, cuadros negro; el peón sale del tablero y ya no es un peón; encuentra algo en su mano.

- El pie es feliz por que es el mismo y es el mismo sirviendole a uno, si el pie deja esto hay conflicto, se mueve por si mismo y tropieza y se golpea y a lo mejor hasta el cuerpo termina tomandole rencor y lo golpea para que se enderece. Casos extremos: el cuerpo rechaza al pie, que es parte mia, eso no es agradable, poco probable; mas probable, el pie se quiere independizar del cuerpo, yo puedo vivir sin pie, pero el pie no puede vivir sin mi, si me pierde se seca y muere. Intentando ser, fue menos que sin intentarlo, ya una vez pensado asi debe ser dificil dejar de intentar, de pensar ser,para simplemente serlo, dificil por un lado y por otro lo mas sencillo del mundo. El dejar el pie estos modos es en alguna forma como morir y por otro morir como pie es vivir plenamente, pues es vivir como un todo y no solo como pie.

-Es el tipo de monstruo que para admirar la gracia de un ave, al tomarla, la destruye.
-Le temes ¿lo vez? en todas partes
lo buscas ¿lo vez? por ningun lado
¡¿lo encontraste?! si, no se ve nada!
¡chico, despega la cara de aquel tipo!
-eres priista (lo que sea)? no, si lo fuera lo sabrian
estas enojado, verdad? lo sabrían si lo estuviera
-piedra rompe el viento, asoma una serpiente.
-Oiga doña Fela! como se conserva tan joven?
-Ay no! no es nada, disfrutando desde niña la vejez.
-Este tipo siempre ha caminado por caminos tortuosos y se mueve por ellos con naturalidad, no sabe lo que busca, pero asi es como avanza el. Un dia soño con un camino recto, al final del cual veíase la luz, no conseguia otra cosa sin embargo, que darse de encontronazos con las paredes a ambos lados.
-No se si tenga logica, pero ahi va antes de que se desvanezca: todo se va ir al demonio algun dia, asi que las cosas que otros podrian tomar como importantes, como la gloria de los grandes o el impacto en la historia no tendra valor algun dia, lo que importa es la gente, estas este dia y al final es lo que va a importar, todo se va al traste un dia, puedes hacer lo que quieras, haz lo que debas, todo es un juego, juegalo bien, no te distraigas.
¿Qué es la gente?
Si, que buena vida!
Ya me voy!
-Aquel tipo no se mantenía en el suelo, si no como suspendido, atraído a tierra por medio de un hilo.
-No seas egoísta, permite que el otro te desprecie.
-Esta usted agradecido señor? si tanto lo esta, escúcheme (decir) esto, no me debe nada y nada quiero tener que ver con usted.
-Aquel no pensaba en otra cosa y cuando le toco responder, se le contesto: grilletes de oro, son tuyos. Así, ya muerto, en cadenas se lo trago la tierra.
-Lo que me gusta de ellos, es que son utopistas, lo que ellos quieren no lo consiguen buscando caminando cabizbajos, si no como persiguiendo estrellas en el horizonte, quien sabe a donde, pero llegan mas lejos, el cielo dice a donde.
-Caen, ruido de vidrios y sonido de hombre cuando cae, sesos al desnudo ¿que ven ahora mis ojos? una piedra; atada a esta una flor.
-Lees, todo lo que no (te) gusta va al costal, terminas ¿que tiene dentro? dime ¿es tuyo o es mio
-Mujeres con mujeres, que aburrido, que egoista, que tranquilidad.
-Honesto entre falaces: si, un trabajo maravilloso ¿que como lo se? ¿que por que lo digo? lo se por que lo digo y lo digo por que lo digo, pues mi palabra es palabra (comun argumento)
-Amada mia, dulce suicida, para de obcecarte con tu fin y diluyete ahora, pierdete ahora, abandonate hoy por mi.
-¿Estas solo acaso, oh gigante? ¿temes moverte pues temes aplastarme? ¿temes hablar pues temes espantarme? ¿es asi acaso, oh temeroso gigante?
-¡Monstruo! ¿por que? ¿por que ese afan por desatar el desastre?: para devolverles la esperanza, soy la luz del que nada tiene que perder y redimo con un mundo patas arriba o tal vez en tierra por fin, a aquellos confinados a las mas lugubres profundidades. Ese soy yo, la salida para el agua que se quedo estanca a la que devuelvo brio y claridad.
-No, no estas aqui para salvar a nadie, ellos salvos seran amando mas que siendo amados. Abre el paso solamante, solamente abre el paso, abrelo alla lejos o abrelo aqui a un lado.
-¿Que es ciencia, que es arte, que es religión? no es nada ¿letras? todo es todo, existes, eres, eso es.
-Aquel hombrecillo lo sabia y pensaba "A veces soy un mal parido, vez que no me siento solo".
-Tiene puntos ciegos: el no puede ver su rostro, el no puede ver sus ojos; otros pueden verlo y pueden ver su necedad. Y si, vivimos en una casa de espejos.
-Lo normal, te dire que es lo normal: aparentarlo.
-Aquel hombrecillo trato de entender: abrió los ojos a sus crueldades, luego las imito, quería sentir, deseaba querer evitarlo, querer llorar y arrepentirse, pero nada nació de el; quizás soy un tipo de monstruo -pensó- por eso Dios no me deja verlo o son tal vez estos tus ojos señor?
-De un hombre muy viejo: Putas; trabajadoras, humildes, honestas, Dios las bendiga!
-El señor zapatos de cristal, busca a su amada zapatos de cristal sin zapatos de cristal, con zapatos de cristal, sin zapatos de cristal... sin amor. (Principe buscando a Cenicienta que ya no lleva sus zapatos, con estos pero sin llevarlos puestos. Es humo lo que este busca)
-Verdades de un mitad humano: ¿Que soy un gran ser humano? la verdad, todos somos la misma mierda, unos lo saben y otros no, yo lo se ¿eso engrandece mi espiritu?
-Decapitados. ¿El sueño de un país? lo desconozco; el de usted es creíble, es el mió. ¿Será el nuestro el de todos? Será… a menos que no sea, después de todo, un sueño.
-Vivir es mas sencillo de lo que parece. Como tiene que forzar las cosas un suicida! La vida es facil para el hombre paciente, la muerte es facil para el hombre paciente.
-El hombre no es hombre entre los hombres, si no ante el trabajo y el dolor.
-Aquel... acepta amar, acepta sufrir. Sabe sufrir, sabe amar. Sabe amar, acepta desamar. Acepta desamar, acepta morir. Sabe amar, sabe vivir, sabe morir. Sabe vivir: sabe morir amando.
-Somos bien poquita cosa pero somos todo lo que tenemos.
-Somos un amasijo de percepciones y lo que creemos alla, es en verdad aquí.
-La tragedia es que la tragedia fue una vez comedia. Cuando solo hay una no hay ninguna y esa es la norma, somos una anomalía. Pero la vida es la vida y si nada queda mañana, viviremos para la vida, aun así, por el hoy, por que para eso estamos hechos.
-Una acaricio mi mejilla, otra me removió el cabello, una me limpia el plato, otra me sostiene el brazo. Malditas moscas zalameras.
-A veces el dinero sale de los arboles, o se da en la tierra, como las papas; pero en esta época espiritual la economía no lo es menos, y si la gente cree que hay algo, ahí donde no hay nada se crea dinero.
-¿Escucha mucha música o que? Ni tanto, canciones, una a la vez.
-Soñando que soñaba el idealista despertaba. Muriendo el idealista se materializaba.
-Para los griegos todo era dios (sol, noche, vino, cielo, suelo, tiempo, guera, inspiración), las personas tenían alma, todo era divino. Ciertos espíritus, laicos o no, tanto como el hombre primitivo tienen esos mismos ojos; el que no ve así va contra su programación y ve bien también, pero se hace daño (no sabe donde saciarse aunque baste con tragar saliva).
-Se puede hacer si aceptas la responsabilidad, y se puede hacer, con el estimulo adecuado. Haste primero de un horizonte adecuado.
-Un buen libro es un buen espejo y una buena lupa.
-Yo: Una miga de Tierra y una montaña; humo.
-No pierdo mi capacidad de asombro, pero todo me asombra igual.


Las Orquestas
Daniel Ospina


Había una vez una hace no mucho tiempo un país en el que había una orquesta grande, la cual tocaba una música exagerada y ruidosa.
Las personas del público que les disgustaba pagar más por estar en la primera fila escuchando los terrores de los músicos, las tonadas desafinadas y el estruendo de la percusión mal empleada decidieron hacer su propia orquesta, levándose con ellos la sección de cuerdas de la orquesta grande.
A pesar de sus esfuerzos terminaron sonando peor que la otra orquesta; los años pasaban y el público sufría más y más por esta batalla, y a pesar de que las dos bandas se habían reunido para tocar juntos, jamás se habían puesto de acuerdo en el director para tocar.
Mientras esta pugna se daba más y más  bandas se creaban para tocar es agresiva música, pero finalmente (para la suerte del poco público que quedaba) todas las orquestas acordaron una vez más.
Cuando por fin callaron los instrumentos, algo maravilloso ocurrió, todas las bandas tocaron exactamente la misma canción, la canción del silencio.
Por primera vez en mucho tiempo todas las bandas se mantuvieron en silencio, esto obligo a los miembros del público a cantar cierta tonada común, de risa, de llanto y de anhelo de cambio.
Cuando uno se desafinaba otro cantante le explicaba como cantar correctamente. La canción fue tan buena que las bandas tocaron juntas después de mucho tiempo para acompañar esta canción de paz y amor.
Así este país aprendió que para tener música así debía hacerse un esfuerzo un esfuerzo y compromiso de todos los  habitantes, y como consecuencia de esto el país nunca más pasa por una situación similar.