Esta es la primera edición de
nuestra revista. Queremos desearles muchos éxitos a los escritores que nos han
enviado sus obras y que todos disfruten de estos textos.
Oficina de edición de la revista
7-12-85
Encuentro cercano
Yo independientemente de mi edad, considero la
profesión de mi padre muy aburrida y punto. Jamás entraría la palabra terror en
esa descripción, quizá por eso dicen que la realidad supera la ficción, pero
nunca me espere que fuera mi propia realidad la que cambiaria esa noche.
Mi papa estaba haciendo una última consulta en el
alto pance, a las diez de la noche. ¿Como fue que termine allí en el desde las
cinco de la tarde? No lo se, quizá solo me sentía culpable al quedarme en la
casa sin hacer nada. Como les venia diciendo el viaje se estaba poniendo
tedioso de verdad y me dio sueño. Le dije a mi papa cuando abrió la puerta que
esta vez no lo acompañaría y que me dejara en el carro.
Mi papa bajo del carro y se fue hacia la ultima casa
de visita, alejándose lentamente mientras la luz amarilla de la luna le daba
altura a su sombra, que en él era lo único que crecía pues su cabeza parecía un
campo atacado por langostas, lo cual en realidad no le molestaba, pues ya se
avía acostumbrado a la brisa sobre su desnudo cuero cabelludo.
Cuando me rendía al sueño, me sentía extrañamente
ligero, seguido por la fuerte sensación de escuchar la voz de una mujer que me
decía –muchacho ¿Qué esta haciendo en mi casa? El sueño me hiso volver a la
realidad. Pero cuando trate de poner las manos en el asiento del carro me di
cuenta de que ya no estaba allí. Sin saber como había caminado por lo menos
quince pasos en el cementerio y me había acostado en una tumba que en su lapida
decía “Gloria Gonzales 1950-1981.
Muerto de miedo corrí hacia mi carro que aun tenia
la puerta abierta tratando de no voltear la mirada con todas mis fuerzas. Me
subí al carro azotando la puerta, presionando las palmas sobre mis hijos hasta
que llego mi papa y con una sonrisa me
dijo – ¿dormiste bien hijo mio? –y yo solo me limite a temblar.
Daniel Ospina.
La carta del jardinero
Desearía
tenerte siempre entre mis brazos, como tengo, entre mis manos las rosas.
Desearía enterrarte en mi pecho, como la semilla en la tierra del jardín de mi
patrón. Desearía que echaras raíces en mi alma para que nunca te arrancaran de mí.
Desearía no ser tu siervo, sino siervo
de tu amor. Desearía que cada día susurraras en mi oído que me amas y yo poder
responderte con un beso en tus labios rojos.
Desearía
muchas cosas, pero lo que realmente deseo, es vivir en otro mundo pues la
realidad es el único mundo donde los deseos no se vuelven realidad, pues de ser
así, seria tu amante y no tu jardinero.
Ignacio Borda corría esa noche de viernes con un
frío que no se veía sino en esa parte del planeta. La recién formada nueva
Colombia quedaba en el círculo de protección latino a muchos años luz de la
inhabitable tierra.
Por eso el pobre Ignacio se confundía y se
desesperaba con las nuevas calles, pues hacia solo dos años que había
despertado del sueño criogénico y de ser ubicado en la nueva Colombia. Ignacio Borda corría como una exhalación
mientras las orcas y el polvo de la calle huían de su presencia, como las ratas
de un gato hambriento. Ignacio corría, pero de súbito se detuvo. Un muro cruel
se alzaba ante sus ojos, como las doradas puertas del paraíso y de la misma
manera lo pensaba Ignacio, pues al otro lado del muro se encontraba su promesa
de salvación. Ignacio se preguntaba si debería vivir por segunda vez lo mismo
al comparecer frente al Juez Supremo. Ignacio oyó pasos a su espalda y deseo de
todo corazón que fuera lo último que escuchase, pero no fue así. Un relámpago
rompió el silencio, de la misma forma que le plomo caliente rompía la carne y
los huesos de Ignacio.
Ignacio no gritó, solo jadeaba como si hubiera
corrido una maratón. Les dio la cara a sus asesinos mientras mostraba una
expresión solemne pero amenazante. Ignacio Borda no suplicó ni lloró. Sus
músculos y articulaciones estaban tan relajados como su espíritu. Mientras los
miraba, su pasión roja abandonaba su cuerpo pausadamente por el hoyo recién
hecho. Los bandidos ni se inmutaron. Ante esto sacaron sus armas y cumplieron
su horrible misión, convirtiendo el torso de Ignacio en un cielo nocturno de un
treinta y uno de diciembre. Cuando los bandidos lo dejaron, Ignacio agonizaba sonriendo, pensando lo bello y lo
corto de su vida.
Lucia se levantó la mañana del mismo día con gran
alegría, pues el hombre que quería casarse con ella iba a venir en la tarde. Se
arregló lo mejor que pudo y salió a comprar las cosas que necesitaba dejando la
televisión encendida mientras pasaban las noticias del día. Lucía regresó y
casi llora al darse cuenta del olvido con la televisión la apagó. Espero
pacientemente hasta que su visitante llegara. Las horas pasaron y éste no
apareció. Lucía comenzó a sospechar que algo no estaba bien, ella sabía que en
un mundo tan desesperado como el que le tocó vivir, la muerte pagaba mejor que
la vida pues había más mercenarios que doctores en el país. Al pensar esto no
pudo evitar que las lágrimas salieran de sus ojos, pues también sabía que
Andrés Samoa (un hombre sospechosamente rico) la quería como esposa. Lucía se
dio cuenta de que la única posible asesina de su amor era ella misma por
prometerle falsas esperanzas a su amoroso Miguel.
Pero Lucía no era la única preocupada por Ignacio.
Su gran amigo Ignacio Borda no pudo ir a trabajar pues había visto en las
noticias la terrible realidad y dio un grito de dolor mientras veía las
imágenes. Según decía la prensa, el muerto había escrito el nombre de su
asesino y este era Ignacio Borda.
Pero por que tuvo que morir Ignacio, por qué le
quitaron la posibilidad de amar y de continuar una amistad. El plan del pobre
Miguel Aldana parecía haberse arruinado por completo, pero en este miércoles de
verano, parecía un buen plan. Por el hecho de que todo parecía una locura, la
Nueva Colombia había sido dividida en clases sociales y cualquier persona que
quisiera salirse de su área debía tener un permiso especial (el cual conservaba
Miguel celosamente), pues los miembros del consejo de gobierno habían esparcido
el rumor de una plaga mortal en las clases medias y bajas de la sociedad,
principalmente porque así de separado como estaba el pueblo, sería más fácil de
gobernar y por esta misma razón no podía existir lazos entre la clase media y
alta. Quien los tuviera debería ser arrestado y condenado a muerte. Por esto
mismo Miguel había convencido a su rico amigo Ignacio de que se hiciera pasar
por él mientras hacía planes para poder encontrarse con Lucía. El plan pareció
funcionar hasta el asesinato de Ignacio. Pero ahora él no estaba, dejaba sin
opciones a Miguel. Cuando Lucía dejó de llorar tocaron a la puerta y al abrirla
se encontró de frente al infame Samoa. Intentó cerrar la puerta pero él no se lo permitió. Lo declaró sus sentimientos
y sus intensiones de casarse con ella. Cuando la vio indecisa y enojada el sacó
de su abrigo un papel con manchas rojas y se dispuso a leérselo. Este papel
tenía como título “La Carta del Jardinero”. Al terminar, Andrés le prometió
muchos más, pero al verla aún con esa expresión tan fría Andrés se levantó
abrió la puerta y dejó entras a dos hombres altos y fuertes. Andrés la amenazó
diciendo que no lo aceptaba a él no aceptaría a nadie más en toda su vida.
Lucía miró la carta detallando la letra. Al instante se dio cuenta de que eran
las manchas rojas y a quién pertenecía. Se levantó y haciendo un esfuerzo sobre
humano para no llorar, aceptó la propuesta. La noticia del compromiso se supo
de inmediato.
Daniel Ospina.
Construida de palabras
Construida de palabras
Monosílabos incesantes como destellos estelares
Adjetivos impecables hacedores de silencios
Sustantivos amarillos que
transforman el espacio
Palabra y deseo
Deseo y sueño
Sueño y silencio.
Palabra como hechizo errante
Palabra como melodía en ascenso
Palabra y Pies
Palabra y manos
Palabra y venas y versos y roca y rama
Palabra y boca
Boca que transforma y muerde y canta
y lame y atrapa
Boca que mira
Que toca
Que piensa
Que evoca.
Boca y pies
Boca y manos
Boca y venas y verso y roca y rama
Boca y Rabia
Rabia que alimenta la soledad desordenada
Rabia que vuela y juega y se deshace en tu mirada
Rabia que seduce
Que alerta,
Que ríe
Que baila
Rabia y pies
Rabia y manos
Rabia y venas y verso y roca y rama
Rabia y Silencio
Silencio que grita nombres inertes de sueños fusilados
Silencio que acaricia a su paso la sangre del viento
Silencio que desparrama en verso los sentidos holgados
Silencio y pies
Silencio y manos
Silencio y venas y verso y roca y rama
Silencio y Rabia
Rabia y Boca
Boca y Sueño
Sueño y Palabra.
Mónica Nauffal Panesso.
Mi
Revolución
¿Y
quién dijo que también ésta no es mi revolución? Por eso no entiendo las
alocadas tonterías de las que quieren ser franchutas y a lo mucho saben decir oui. La revolución es un estado del alma
y la mía créame, nació en guerra. A
falta de un par de pelotas entre las piernas, la cabeza me funciona como un
estratega que ha planeado detenidamente cada uno de los movimientos de su
batalla y mi batalla no ha sido otra más
que demostrar que aquí adentro, entre este par de senos que me estorban a la hora de dispara el rifle y este corazón
que se perturba en silencio con cada misión… aquí adentro, en esta alma que me
nació revolucionaria por herencia…aquí adentro en estas ansias desbordadas que
gimen de desconsuelo cuando una de
nosotras, de éstas de piel ambigua, de ojos estrellados y de corona de trenzas
es azotada porque ve a los ojos, porque habla la lengua prohibida, porque invoca
a sus dioses que son sólo las prolongaciones de esos mismos que espantaron
las carabelas. Azotadas por esa podredumbre de acentos ensopados y peor aún las otras, las que naciendo de la
tierra del agua y el maíz creen que ya pisaron el mediterráneo solo porque
sirven el té a las 4 y en vez de agua panela
bajan la arepa con vino de quinta, esas que no entienden que esta tierra
fue fertilizada con óvulos de silencio, con esperma de justicia, con la tierra
metida entre las uñas no como el símbolo vendido de este campesinado que recoge
la papa sino con la certeza de que esa misma tierra de esperma y silencio, esa
tierra de óvulos y justicia, esa tierra metida entre las uñas se va carcomiendo
la piel y se adentra bien allá, en el fondo del alma, en esta misma alma de
herencia , en esta misma alma compartida con los que son , con los que no pueden dejar de ser y ahora
nos vienen y nos dicen que hablamos lengua de pobres, pobres ellos que no
entienden que el alma no tiene lengua y que si la ese es ese porque hay que entonarla y que si esta tierra
fue nuestra será nuestra y es nuestra y que son ellos el espanto y los herejes
y no nuestros dioses que huyeron despavoridos ante el fuego descomunal.
Pobrecitos, se les quedaron aquí sus juguetes y el monstruo se los llevó. Y
ahora se quiere cometer también esta tierra, tragarse el ovulo, devorar la
esperma. Por eso este cuerpo que siento ajeno es simplemente el vehículo. Este
par de tetas bien puestas , esta cintura estrecha y este color de piel tan
apetecido, como el oro que se llevaron para nunca volver, como los dioses que
espantaron para traernos el monstruo, como el maíz y el chocolate que los
embrujaron hasta enloquecer. Este color y estos ojos estrellados encuentran
ojos de cielo, encuentran pieles de papel que se dejan dibujar y rayar y tachar
a cambio de dos pasadas. Pieles de papel que escriben en sus líneas la malevolencia,
pieles de papel que buscan la firma final para hacerse a esta tierra y yo,
mientras mi cuerpo desconectado hace lo correspondiente, mi alma lee en esta
lengua prestada lo que se oculta. Y esos movimientos, torpes y ajenos,
desordenan las letras y estropean la escritura, pero yo, con esta mano
suavecita que ha sido transformada de tierra a barniz, con esta mano cariñosa
que vende mentiras de chicha, con esta misma mano distraigo y devoro lo que
necesito. Y vocifero y gozo y ese gozo no significa nada para este cuerpo
prestado, es el gozo de hacer mi revolución, de guardar en mi memoria lo que me
corresponde. Allá entre los pliegues de las trenzas, allá en donde ellos no
esculcan porque no brilla, allá en ese
tesoro que no encontrarán están los
datos, lo que nos sirve. Lo que me pidió Simón.
Mónica Nauffal Panesso.
La magia
Esta mañana desperté muy temprano pues tenía que ir a ese aburrido
espectáculo de magia que habían contratado unos amigos para una fiesta. Al
llegar vi a ese ridículo hombrecillo con un traje como 2 tallas mayores a las
de él, al lado estaba su bella asistente a la que me quedé mirando durante todo
el espectáculo.
Al otro día fui a recoger una ropa que había dejado en la lavandería
pero en el camino encontré a la misma asistente del otro día, sólo que con su
ropa hecha harapos, su rostro mugriento y sus ojos perdidos, parecía estar así
desde varios días atrás aunque ayer
estaba en perfecto estado, lo que me hizo
creer que ese miserable hombrecillo la explotaba, entonces decidí llevarla a mi
casa para que descansara y se repusiera.
En el camino ella empezó a hablarme de su vida con el mago, yo le
pregunté cómo vivía antes de conocerlo, pero cuando le preguntaba se quedaba
callada y volvía a hablarme del mago, cosa que terminó por irritarme y le dejé de
hablar. Luego me preguntó para donde íbamos, yo le dije que para mi casa pero
pareció no gustarle la idea pues empezó a patalear y a gritar que la dejara ir
para volver con su mago, pero termino
por rendirse y no volvió a hablar.
Al llegar a casa ella volvió a patalear
y a gritar que la dejara ir para volver con su mago pero no la dejé ir y la
dormí para que descansara, como a la hora llegó ese diminuto hombrecillo
preguntando por la mujer y diciendo que si no la veía ella desaparecería para
siempre, yo al oír eso pensé en que aquel mago estaba loco y le cerré la puerta
en la cara.
Al volver ya no la vi más, lo único que dejó fue su ropa andrajosa y
un raro bulto de polvo brillante el cual todavía no sé que es.
Luis Felipe Lengua Mendoza.
Aroma a azufre
Yo iba devolviéndome a la casa en el taxi después de
un día tranquilo de trabajo cuando de la nada me paró un hombre vestido
totalmente de rojo, obviamente me asuste pues soy muy creyente y al ver al
pobre hombre (que era tan feo) pensé que era el diablo así que dudé en parar
pero luego caí en cuenta de que eso era imposible, pues el sólo se le aparece a
las personas malas así que paré sin ningún tipo de temor y como yo esperaba, no
terminó pasando nada. Al otro día después de haber desayunado me monte en el
taxi pero de inmediato me tuve que bajar pues en la parte de atrás había un
fortísimo aroma a azufre que no me dejaba ni respirar.
Luis Felipe Lengua Mendoza.
si te miro
"Si te miro, el
mundo que hasta ese momento conocía cambia completamente, se transforma en
burbujas con olor a jazmín, rodeadas por ese color que no existe en el mundo
que conozco, pero que me transporta al lugar más feliz de mi cuerpo. .. ¿Dónde
estoy ubicada? En el desierto de las maravillas, ese desierto posee arena
blanca que vuela por el aire, como una suave tormenta en invierno, crea
remolinos y adorna de éxtasis mi corazón… ¿Cómo me siento? Fácil, como mariposa
que acaba de salir de su capullo… Ráfagas de viento rozan las alas de esta
mariposa, me tumban, duele… Colores vívidos que se opacan, con formas onduladas
de césped… Ver el diamante de la flor que voy a cortar me detiene… Hojas de
menta retorcidas? ¡Claro! Pero huele bien, eso es lo que importa… Palabras
inútiles intentaron llenar el vacío del silencio que palabras anteriores había
dejado… Era como intentar apagar el incendio en el bosque que tanto amábamos,
con tan solo una gota de agua… Los espacios de silencio generan los momentos
incómodos que me dejan sedienta de dudas, de respuestas, de ti… Paso a paso
decido calmar mi sed con el agua artificial que me ofrecen los pinos, la que
brota esos verdes pinos, ¡es agua artificial!, lo sé; pero disminuirá mi sed….
Perdóname corazón, el agua pura que necesitas no te la puedo proporcionar… Por
ahora solo puedo hacer que una pequeña parte de tu sed desaparezca…. No luches,
de nada servirá buscar el líquido que tanto anhelas, el líquido que sale de sus
entrañas… Pero te lo aseguro, buscaré otro manantial que te merezca….
Perdóname, hoy le ha ganado la razón al corazón.
Laura Sofia Soto Romero