sábado, 1 de diciembre de 2012

Comunicado

Se han abierto las convocatorias para la edición de diciembre de la revista 7-12-85. Todos aquellos que deseen enviar sus textos, estos son los correos: RevistaLiteraria71285.2@gmail.com y revistaliteraria7-12-85@hotmail.com. Les rogamos difundir esta información.

Luis Felipe Lengua Mendoza
Daniel Ospina
(directores de la Revista literaria 7-12-85)

viernes, 30 de noviembre de 2012

Edicion: Noviembre del 2012

Esta es la segunda edición de nuestra revista. Queremos desearles muchos éxitos a los escritores que nos han enviado sus obras y que todos disfruten de estos textos.

 

Oficina de edición de la revista 7-12-85

 


Medidas desesperadas

Todos los días Toñito salía al balcón a ver al mendigo que vivía a la vuelta de su casa mientras tiraba piedras y hablaba solo. Algunas veces sus amigos también iban a verlo al igual que los amigos de sus amigos y así fue creciendo la popularidad del muchacho. Un día fue solo al balcón y vio que el mendigo ya no estaba, así que salió a buscarlo y después de un tiempo lo encontró, descuartizado en una zanja del parque que estaba a dos cuadras de su casa, al ver el cadáver Toñito saco de su bolsillo aguja e hilo, coció los pedazos y se llevo el cadáver en hombros hasta la esquina donde solía permanecer aquel  hombre para que todos siguieran yendo a su casa a verlo. Lo que no pensó fue que después de un tiempo nadie iría a su casa por el olor a muerto que llegaba a su balcón.

Luis Felipe lengua Mendoza.


Taza de café

Sonrisa e ángel, que me aleja de mis pesadillas más horrendas.
Cabello largo, del color de la noche.
Voz de sirena, que sirve de faro en el mar de mis noches de insomnio.
Rostro de princesa, que no conoce el mal de este pútrido mundo.
Distancia, solo un impedimento superable.
Edad, que nos diferencia.
Soledad, que se apodera de mí al leer esto.
Tristeza, al conocer lo imposible.
Tus ojos, que me vuelven a llenar de fe.
Recuerdo, que no te tengo a mi lado.
Soledad, que vuelves después de ir por una taza de café.

Luis Felipe Lengua Mendoza.


 Caballo de guerra

El ser humano y la paz se casaron un día, pues se amaban tanto, como el sol a las flores y todo fue perfecto.
Los dos conversaban sobre todos los temas, jugaban amorosamente en su casa de campo sencilla pero bella.
Pero un día el ser humano dejo de amar su cabaña, pues él quería para el un palacio de oro. Por ello abandono a su amada y a su cabaña para buscar oro en una mina.
El ser humano saco toneladas de oro de la mina y con cada día que pasaba se sentía más  orgulloso de su trabajo pero también más deseoso de oro y riquezas.
Los días pasaron y el ser humano dejo de trabajar pues sus brazos y sus piernas no lo obedecían. El ser humano sufría de dolor, pues la mina era profunda y oscura, pero no tenia fuerzas para ir a la luz. En su dolor y desespero  el ser humano anhelaba regresar con su amada. Lo deseaba tanto que sus piernas y sus brazos  comenzaron a moverse hacia la luz cumpliendo el deseo del ser humano.
Pero las traicioneras extremidades solo avanzaron hasta la salida de la mina y no se movieron más.
El humano, estaba desolado.
No había nada que el ser humano pudiera hacer para regresar. Frente a él apareció el caballo de guerra, una bestia poderosa y majestuosa que lo observaba con curiosidad.
El llorar en el piso a la luz del sol, había hecho que el humano descansara y logró ponerse en pie. Tomó la rienda del caballo dispuesto a montarlo, pero rápidamente se dio cuenta que ya no estaba débil y podía irse caminando.
Pero el miedo a decaer lo hizo montar el peligroso animal.
La bestia era salvaje y briosa e hizo que el ser humano se hiriese contra las plantas y las rocas, hasta dejarlo casi al borde de la muerte.
El hombre se dio cuenta que moriría sin antes ver a su amada, saltó entonces del caballo golpeando su cabeza y su pecho contra el suelo.
Cuando el ser humano se despertó se encontró mirando un rostro conocido.
La paz le contó después de besarlo y curarlo que siguió al ser humano todo el tiempo. El ser humano se lamentó amargamente de no haber caminado  a casa lenta y cuidadosamente. La paz lo hubiera encontrado.

 Daniel Ospina
  
Y ese fue el día

“Y ese fue el día en el que conocí la expresión del ser, un día que se tornaba cálido como cualquier otro, el mar, azul como el cielo, chocaba contra las oscuras rocas, creaba la espuma, que con la arena, formaban un paisaje lleno de esperanza para quienes lo contemplaban, el sol, brillaba igual que siempre, pero se sentía humillado por un resplandor más fuerte que él; el de mis ojos, los ojos que eran la puerta a mi alma, y allí se encontraba, tan hermosa como siempre, ahí estaba,  iluminando todo mi ser; se encontraba la poesía. “      

Anónima (Laura Sofía Soto)

Paternidad Responsable

Era tu padre. Estaba igual, mas joven incluso que antes de su muerte, y te miraba sonriente, parado al otro lado de la calle, con ese gesto que solía poner cuando eras niño y te iba a recoger a la salida del colegio cada tarde. Lógicamente, te quedaste perplejo, incapaz de entender que sucedía, y no reparaste ni en que el disco se ponía rojo de repente ni en que derrapaba en la curva un auto bus y se iba contra ti incontrolado. Ya en el suelo, inmóvil y medio atragantado de sangre, volviste de nuevo tus ojos hacia él y comprendiste. Era, siempre lo había sido, un buen padre, y te alegro ver que había venido una vez más a recogerte.

Carlos Alfaro        

 


sábado, 3 de noviembre de 2012

Comunicado

Se ha abierto la convocatoria para la segunda edición de la revista. Todos los que deseen enviar sus textos deben hacerlo a los siguientes correos: revistaliteraria7-12-85.2@gmail.com y revistaliteraria7-12-85@hotmail.com.

Se ruega difundir esta informasion.


Luis Felipe Lengua Mendoza
Daniel Ospina
(Directores  Revista Literaria 7-12-85)

miércoles, 31 de octubre de 2012

Edicion: Octubre del 2012


Esta es la primera edición de nuestra revista. Queremos desearles muchos éxitos a los escritores que nos han enviado sus obras y que todos disfruten de estos textos.

 

Oficina de edición de la revista 7-12-85

 

Encuentro cercano


Yo independientemente de mi edad, considero la profesión de mi padre muy aburrida y punto. Jamás entraría la palabra terror en esa descripción, quizá por eso dicen que la realidad supera la ficción, pero nunca me espere que fuera mi propia realidad la que cambiaria esa noche.
Mi papa estaba haciendo una última consulta en el alto pance, a las diez de la noche. ¿Como fue que termine allí en el desde las cinco de la tarde? No lo se, quizá solo me sentía culpable al quedarme en la casa sin hacer nada. Como les venia diciendo el viaje se estaba poniendo tedioso de verdad y me dio sueño. Le dije a mi papa cuando abrió la puerta que esta vez no lo acompañaría y que me dejara en el carro.
Mi papa bajo del carro y se fue hacia la ultima casa de visita, alejándose lentamente mientras la luz amarilla de la luna le daba altura a su sombra, que en él era lo único que crecía pues su cabeza parecía un campo atacado por langostas, lo cual en realidad no le molestaba, pues ya se avía acostumbrado a la brisa sobre su desnudo cuero cabelludo.
Cuando me rendía al sueño, me sentía extrañamente ligero, seguido por la fuerte sensación de escuchar la voz de una mujer que me decía –muchacho ¿Qué esta haciendo en mi casa? El sueño me hiso volver a la realidad. Pero cuando trate de poner las manos en el asiento del carro me di cuenta de que ya no estaba allí. Sin saber como había caminado por lo menos quince pasos en el cementerio y me había acostado en una tumba que en su lapida decía “Gloria Gonzales 1950-1981.
Muerto de miedo corrí hacia mi carro que aun tenia la puerta abierta tratando de no voltear la mirada con todas mis fuerzas. Me subí al carro azotando la puerta, presionando las palmas sobre mis hijos hasta que llego mi papa  y con una sonrisa me dijo – ¿dormiste bien hijo mio? –y yo solo me limite a temblar.



 Daniel Ospina.


La carta del jardinero


Desearía tenerte siempre entre mis brazos, como tengo, entre mis manos las rosas. Desearía enterrarte en mi pecho, como la semilla en la tierra del jardín de mi patrón. Desearía que echaras raíces en mi alma para que nunca te arrancaran de mí. Desearía  no ser tu siervo, sino siervo de tu amor. Desearía que cada día susurraras en mi oído que me amas y yo poder responderte con un beso en tus labios rojos.
Desearía muchas cosas, pero lo que realmente deseo, es vivir en otro mundo pues la realidad es el único mundo donde los deseos no se vuelven realidad, pues de ser así, seria tu amante y no tu jardinero.

Ignacio Borda corría esa noche de viernes con un frío que no se veía sino en esa parte del planeta. La recién formada nueva Colombia quedaba en el círculo de protección latino a muchos años luz de la inhabitable tierra.
Por eso el pobre Ignacio se confundía y se desesperaba con las nuevas calles, pues hacia solo dos años que había despertado del sueño criogénico y de ser ubicado en la nueva Colombia.   Ignacio Borda corría como una exhalación mientras las orcas y el polvo de la calle huían de su presencia, como las ratas de un gato hambriento. Ignacio corría, pero de súbito se detuvo. Un muro cruel se alzaba ante sus ojos, como las doradas puertas del paraíso y de la misma manera lo pensaba Ignacio, pues al otro lado del muro se encontraba su promesa de salvación. Ignacio se preguntaba si debería vivir por segunda vez lo mismo al comparecer frente al Juez Supremo. Ignacio oyó pasos a su espalda y deseo de todo corazón que fuera lo último que escuchase, pero no fue así. Un relámpago rompió el silencio, de la misma forma que le plomo caliente rompía la carne y los huesos de Ignacio.
Ignacio no gritó, solo jadeaba como si hubiera corrido una maratón. Les dio la cara a sus asesinos mientras mostraba una expresión solemne pero amenazante. Ignacio Borda no suplicó ni lloró. Sus músculos y articulaciones estaban tan relajados como su espíritu. Mientras los miraba, su pasión roja abandonaba su cuerpo pausadamente por el hoyo recién hecho. Los bandidos ni se inmutaron. Ante esto sacaron sus armas y cumplieron su horrible misión, convirtiendo el torso de Ignacio en un cielo nocturno de un treinta y uno de diciembre. Cuando los bandidos lo dejaron, Ignacio  agonizaba sonriendo, pensando lo bello y lo corto de su vida.

Lucia se levantó la mañana del mismo día con gran alegría, pues el hombre que quería casarse con ella iba a venir en la tarde. Se arregló lo mejor que pudo y salió a comprar las cosas que necesitaba dejando la televisión encendida mientras pasaban las noticias del día. Lucía regresó y casi llora al darse cuenta del olvido con la televisión la apagó. Espero pacientemente hasta que su visitante llegara. Las horas pasaron y éste no apareció. Lucía comenzó a sospechar que algo no estaba bien, ella sabía que en un mundo tan desesperado como el que le tocó vivir, la muerte pagaba mejor que la vida pues había más mercenarios que doctores en el país. Al pensar esto no pudo evitar que las lágrimas salieran de sus ojos, pues también sabía que Andrés Samoa (un hombre sospechosamente rico) la quería como esposa. Lucía se dio cuenta de que la única posible asesina de su amor era ella misma por prometerle falsas esperanzas a su amoroso Miguel.

Pero Lucía no era la única preocupada por Ignacio. Su gran amigo Ignacio Borda no pudo ir a trabajar pues había visto en las noticias la terrible realidad y dio un grito de dolor mientras veía las imágenes. Según decía la prensa, el muerto había escrito el nombre de su asesino y este era Ignacio Borda.

Pero por que tuvo que morir Ignacio, por qué le quitaron la posibilidad de amar y de continuar una amistad. El plan del pobre Miguel Aldana parecía haberse arruinado por completo, pero en este miércoles de verano, parecía un buen plan. Por el hecho de que todo parecía una locura, la Nueva Colombia había sido dividida en clases sociales y cualquier persona que quisiera salirse de su área debía tener un permiso especial (el cual conservaba Miguel celosamente), pues los miembros del consejo de gobierno habían esparcido el rumor de una plaga mortal en las clases medias y bajas de la sociedad, principalmente porque así de separado como estaba el pueblo, sería más fácil de gobernar y por esta misma razón no podía existir lazos entre la clase media y alta. Quien los tuviera debería ser arrestado y condenado a muerte. Por esto mismo Miguel había convencido a su rico amigo Ignacio de que se hiciera pasar por él mientras hacía planes para poder encontrarse con Lucía. El plan pareció funcionar hasta el asesinato de Ignacio. Pero ahora él no estaba, dejaba sin opciones a Miguel. Cuando Lucía dejó de llorar tocaron a la puerta y al abrirla se encontró de frente al infame Samoa. Intentó cerrar la puerta  pero él no se lo permitió. Lo declaró sus sentimientos y sus intensiones de casarse con ella. Cuando la vio indecisa y enojada el sacó de su abrigo un papel con manchas rojas y se dispuso a leérselo. Este papel tenía como título “La Carta del Jardinero”. Al terminar, Andrés le prometió muchos más, pero al verla aún con esa expresión tan fría Andrés se levantó abrió la puerta y dejó entras a dos hombres altos y fuertes. Andrés la amenazó diciendo que no lo aceptaba a él no aceptaría a nadie más en toda su vida. Lucía miró la carta detallando la letra. Al instante se dio cuenta de que eran las manchas rojas y a quién pertenecía. Se levantó y haciendo un esfuerzo sobre humano para no llorar, aceptó la propuesta. La noticia del compromiso se supo de inmediato.

Daniel Ospina.


Construida de palabras


Construida de palabras
Monosílabos incesantes como destellos estelares
Adjetivos impecables hacedores de silencios
Sustantivos amarillos  que transforman el espacio
Palabra y deseo
Deseo y sueño
Sueño y silencio.
Palabra como hechizo errante
Palabra  como melodía en ascenso
Palabra y Pies
Palabra y manos
Palabra y venas y versos y roca y rama
Palabra y boca
Boca que transforma y muerde y canta  y lame y atrapa
Boca que mira
Que toca
 Que piensa
Que evoca.
Boca y pies
Boca y manos
Boca y venas y verso y roca y rama
Boca  y Rabia
Rabia que alimenta la soledad desordenada
Rabia que vuela y juega y se deshace en tu mirada
Rabia que seduce
 Que alerta,
 Que ríe
 Que baila
Rabia y pies
Rabia y manos
Rabia y venas y verso y roca y rama
Rabia y Silencio
Silencio que grita nombres inertes de sueños fusilados
Silencio que acaricia a su paso la sangre del viento
Silencio que desparrama en verso los sentidos holgados
Silencio y pies
Silencio y manos
Silencio y venas y verso y roca y rama
Silencio y Rabia
Rabia y Boca
Boca y Sueño
Sueño y Palabra.

Mónica Nauffal Panesso.


Mi Revolución

¿Y quién dijo que también ésta no es mi revolución? Por eso no entiendo las alocadas tonterías de las que quieren ser franchutas y a lo mucho saben decir oui. La revolución es un estado del alma y la mía créame,  nació en guerra. A falta de un par de pelotas entre las piernas, la cabeza me funciona como un estratega que ha planeado detenidamente cada uno de los movimientos de su batalla  y mi batalla no ha sido otra más que demostrar que aquí adentro, entre este par de senos que me estorban  a la hora de dispara el rifle y este corazón que se perturba en silencio con cada misión… aquí adentro, en esta alma que me nació revolucionaria por herencia…aquí adentro en estas ansias desbordadas que gimen de desconsuelo cuando  una de nosotras, de éstas de piel ambigua, de ojos estrellados y de corona de trenzas es azotada porque ve a los ojos, porque habla la lengua prohibida, porque invoca a sus dioses que son sólo  las  prolongaciones de esos mismos que espantaron las carabelas. Azotadas por esa podredumbre de acentos ensopados  y peor aún las otras, las que naciendo de la tierra del agua y el maíz creen que ya pisaron el mediterráneo solo porque sirven el té a las 4 y en vez de agua panela  bajan la arepa con vino de quinta, esas que no entienden que esta tierra fue fertilizada con óvulos de silencio, con esperma de justicia, con la tierra metida entre las uñas no como el símbolo vendido de este campesinado que recoge la papa sino con la certeza de que esa misma tierra de esperma y silencio, esa tierra de óvulos y justicia, esa tierra metida entre las uñas se va carcomiendo la piel y se adentra bien allá, en el fondo del alma, en esta misma alma de herencia , en esta misma alma compartida con los que son ,  con los que no pueden dejar de ser y ahora nos vienen y nos dicen que hablamos lengua de pobres, pobres ellos que no entienden que el alma no tiene lengua y que si la ese es ese  porque hay que entonarla y que si esta tierra fue nuestra será nuestra y es nuestra y que son ellos el espanto y los herejes y no nuestros dioses que huyeron despavoridos ante el fuego descomunal. Pobrecitos, se les quedaron aquí sus juguetes y el monstruo se los llevó. Y ahora se quiere cometer también esta tierra, tragarse el ovulo, devorar la esperma. Por eso este cuerpo que siento ajeno es simplemente el vehículo. Este par de tetas bien puestas , esta cintura estrecha y este color de piel tan apetecido, como el oro que se llevaron para nunca volver, como los dioses que espantaron para traernos el monstruo, como el maíz y el chocolate que los embrujaron hasta enloquecer. Este color y estos ojos estrellados encuentran ojos de cielo, encuentran pieles de papel que se dejan dibujar y rayar y tachar a cambio de dos pasadas. Pieles de papel que escriben en sus líneas la malevolencia, pieles de papel que buscan la firma final para hacerse a esta tierra y yo, mientras mi cuerpo desconectado hace lo correspondiente, mi alma lee en esta lengua prestada lo que se oculta. Y esos movimientos, torpes y ajenos, desordenan las letras y estropean la escritura, pero yo, con esta mano suavecita que ha sido transformada de tierra a barniz, con esta mano cariñosa que vende mentiras de chicha, con esta misma mano distraigo y devoro lo que necesito. Y vocifero y gozo y ese gozo no significa nada para este cuerpo prestado, es el gozo de hacer mi revolución, de guardar en mi memoria lo que me corresponde. Allá entre los pliegues de las trenzas, allá en donde ellos no esculcan  porque no brilla, allá en ese tesoro que no encontrarán están los  datos, lo que nos sirve. Lo que me pidió Simón.
Mónica Nauffal Panesso.



La magia


Esta mañana desperté muy temprano pues tenía que ir a ese aburrido espectáculo de magia que habían contratado unos amigos para una fiesta. Al llegar vi a ese ridículo hombrecillo con un traje como 2 tallas mayores a las de él, al lado estaba su bella asistente a la que me quedé mirando durante todo el espectáculo.

Al otro día fui a recoger una ropa que había dejado en la lavandería pero en el camino encontré a la misma asistente del otro día, sólo que con su ropa hecha harapos, su rostro mugriento y sus ojos perdidos, parecía estar así desde varios días atrás  aunque ayer estaba en perfecto estado,  lo que me hizo creer que ese miserable hombrecillo la explotaba, entonces decidí llevarla a mi casa para que descansara y se repusiera.

En el camino ella empezó a hablarme de su vida con el mago, yo le pregunté cómo vivía antes de conocerlo, pero cuando le preguntaba se quedaba callada y volvía a hablarme del mago,  cosa que terminó por irritarme y le dejé de hablar. Luego me preguntó para donde íbamos, yo le dije que para mi casa pero pareció no gustarle la idea pues empezó a patalear y a gritar que la dejara ir para volver con su mago,  pero termino por rendirse y no volvió a hablar.

Al llegar a casa  ella volvió a patalear y a gritar que la dejara ir para volver con su mago pero no la dejé ir y la dormí para que descansara, como a la hora llegó ese diminuto hombrecillo preguntando por la mujer y diciendo que si no la veía ella desaparecería para siempre, yo al oír eso pensé en que aquel mago estaba loco y le cerré la puerta en la cara.

Al volver ya no la vi más, lo único que dejó fue su ropa andrajosa y un raro bulto de polvo brillante el cual todavía no sé que es.


Luis Felipe Lengua Mendoza.


Aroma a azufre


Yo iba devolviéndome a la casa en el taxi después de un día tranquilo de trabajo cuando de la nada me paró un hombre vestido totalmente de rojo, obviamente me asuste pues soy muy creyente y al ver al pobre hombre (que era tan feo) pensé que era el diablo así que dudé en parar pero luego caí en cuenta de que eso era imposible, pues el sólo se le aparece a las personas malas así que paré sin ningún tipo de temor y como yo esperaba, no terminó pasando nada. Al otro día después de haber desayunado me monte en el taxi pero de inmediato me tuve que bajar pues en la parte de atrás había un fortísimo aroma a azufre que no me dejaba ni respirar. 

Luis Felipe Lengua Mendoza.

si te miro


 "Si te miro, el mundo que hasta ese momento conocía cambia completamente, se transforma en burbujas con olor a jazmín, rodeadas por ese color que no existe en el mundo que conozco, pero que me transporta al lugar más feliz de mi cuerpo. .. ¿Dónde estoy ubicada? En el desierto de las maravillas, ese desierto posee arena blanca que vuela por el aire, como una suave tormenta en invierno, crea remolinos y adorna de éxtasis mi corazón… ¿Cómo me siento? Fácil, como mariposa que acaba de salir de su capullo… Ráfagas de viento rozan las alas de esta mariposa, me tumban, duele… Colores vívidos que se opacan, con formas onduladas de césped… Ver el diamante de la flor que voy a cortar me detiene… Hojas de menta retorcidas? ¡Claro! Pero huele bien, eso es lo que importa… Palabras inútiles intentaron llenar el vacío del silencio que palabras anteriores había dejado… Era como intentar apagar el incendio en el bosque que tanto amábamos, con tan solo una gota de agua… Los espacios de silencio generan los momentos incómodos que me dejan sedienta de dudas, de respuestas, de ti… Paso a paso decido calmar mi sed con el agua artificial que me ofrecen los pinos, la que brota esos verdes pinos, ¡es agua artificial!, lo sé; pero disminuirá mi sed…. Perdóname corazón, el agua pura que necesitas no te la puedo proporcionar… Por ahora solo puedo hacer que una pequeña parte de tu sed desaparezca…. No luches, de nada servirá buscar el líquido que tanto anhelas, el líquido que sale de sus entrañas… Pero te lo aseguro, buscaré otro manantial que te merezca…. Perdóname, hoy le ha ganado la razón al corazón.

Laura Sofia Soto Romero